Miré a Valerie con admiración. Después de pasar tanto tiempo al lado de la víbora de Camila, había aprendido algunas cosas de ella.
—¡Ya basta, Valerie! ¡A nadie le gusta tu sarcasmo! —Carlos le gritó furioso.
Valerie puso los ojos en blanco.
—Solo estoy hablando bien de tu novia por sacrificarse por los demás. ¿Por qué te enojas?
—¡Valerie! —Carlos gritó.
—¡Carlos! —con fastidio, lo interrumpí—. ¿Ni siquiera se puede halagar a tu novia? ¿Qué pasa? ¿Es una diosa de la que no se puede ni hablar? Si alguien la mira, ya crees que tiene malas intenciones. Si alguien le habla, crees que le está faltando al respeto. Si es así, mejor enciérrala en tu casa y ponla en un altar. ¿Para qué la sacas?
—Yo no...
—Hoy el set terminó temprano y Valerie tuvo la amabilidad de invitar a todos a comer algo bueno. ¿Cómo es que ni así pueden cerrar la boca? Deberían aprender de Samuel. Cuando es momento de comer, él se concentra en eso, no en pensar cómo hacer daño ni en poner en ridículo a los demás.
Despu