Capítulo 281
Vi que Camila había llegado desde hacía rato, estaba sentada en el lugar de Mateo.

Pero Mateo no sabía dónde estaba, aunque desde la sala de descanso se escuchaba el ruido del agua.

Quien me abrió la puerta fue la secretaria jefa, Amara Corsini.

Ella me miró con desprecio y luego habló bien de Camila:

—Camila, eres el ángel de la guarda del señor Bernard. Apenas llegaste y ya le quitaste el dolor de estómago, a diferencia de ciertas personas que solo le complican la vida.

Una de esas “ciertas personas” era, sin duda, yo.

No dije nada, solo apreté el medicamento para el estómago que tenía en la mano sin darme cuenta.

Camila sonrió, tímida:

—Conozco bien la condición de Mateo, y él no se toma cualquier medicina, solo la que yo le compro. Por eso siempre la llevo a todos lados.

—Eres muy atenta, Camila. Señor Bernard, ¿a quién le gusta usted?

Justo entonces salió Mateo de la sala de descanso.

Se notaba que se había lavado la cara; su piel tenía gotas de agua y su frente, mechones de pelo
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