Nunca vi a este hombre hacer ejercicio.
Durante los tres años que estuvimos casados, siempre lo presioné, no lo dejé disfrutar ni una sola comida decente.
No entiendo cómo su cuerpo se ve tan fuerte, su pecho y cintura tan firmes.
Sin querer, mi mente recordó a las veces que lo he visto en la cama.
Mi cara se puso roja de inmediato.
Rápido miré a otro lado y murmuré:
—¿Quién... quién quiere verte bañarte? ¡¿Quién te crees?!
Dije eso y me di vuelta para irme.
Pero no esperaba que de pronto él me agarrara del brazo y me empujara contra la pared del baño.
El agua comenzó a salpicarme, mojando mi ropa.
Lo miré, confundida, y pregunté:
—Mateo, ¿qué haces? ¿No ibas a bañarte?
Con su mirada sombría, me preguntó:
—Estos días, ¿estás tomando pastillas anticonceptivas en secreto?
—No, no tomo nada. No te hagas ideas.
—¿Y qué recogiste en el hospital? —preguntó, mirando serio.
Mi corazón se aceleró.
No esperaba que aún pensara en eso, creí que ya lo había olvidado.
Intenté calmarme y contesté:
—E