Promesas sin cumplir. Un profundo vacío. Un amor obligado a terminar. Lágrimas de dolor. Una hija por quién seguir. Y el alma en mil pedazos. Eso fué lo qué Damián dejó a Ámbar en el momento exacto en que su corazón dejó de latir. Él llegó a ella para hacer de su vida un caos; un catastrófico, temeroso y al mismo tiempo hermoso caos. Se metió muy profundo en ella, la amó, a su manera egoísta, posesiva, casi enfermiza pero la amó más que a cualquiera y ella lo sabía. Pero todo se derrumbó, su muerte dejó un profundo hoyo en los corazones de las personas que lo amaban, excepto en el de Ámbar, el de ella colapsó, se destrozó en mil pedazos en el momento exacto en que entendió que jamás volvería a ver sus cielos. ¿Podrá Ámbar volver amar? ¿Aprenderá a vivir con lo único que él no le enseñó; vivir sin él? 𝗦𝗲𝗴𝘂𝗻𝗱𝗮 𝗽𝗮𝗿𝘁𝗲 𝗱𝗲 𝗡𝗼 𝗣𝘂𝗲𝗱𝗲𝘀 𝗘𝘀𝗰𝗮𝗽𝗮𝗿 𝗗𝗲 𝗠𝗶 𝗧𝗼𝗱𝗼𝘀 𝗹𝗼𝘀 𝗱𝗲𝗿𝗲𝗰𝗵𝗼𝘀 𝗿𝗲𝘀𝗲𝗿𝘃𝗮𝗱𝗼𝘀
Leer másDiciembre, 03.
Suelto un suspiro y estaciono el auto frente al lugar. Mi corazón se siente chiquitito, mis ojos pican y siento un enorme nudo situarse en mi estómago con ahínco.
Ha pasado mucho tiempo.
Me recuerdo a mí misma para tratar de detener el maldito escozor en mi pecho, el jodido dolor que aún me invade aunque ya ha pasado prácticamente un año.
Debo hacer estó.
Debo dejarlo ir.
Y con ese pensamiento suelto el aire atascado en mis pulmones por la boca, para luego abrir la puerta del vehículo y salir antes de arrepentirme de hacer estó e irme como todas las otras veces que intenté venir. El aire golpea mi rostro con violencia, la baja temperatura me hace estremecer –Quizás también sean los nervios– con mis brazos rodeo mi cuerpo y trás otro suspiro empiezo a andar.
Mi vista está fija en mis zapatos negros, hacen un perfecto contraste con la pequeña capa de nieve bajo mis pies. Mantengo mi vista en ellos, porqué aún me sigue siendo doloroso mirar esté lugar, saber que él está aquí...
Cruzo la calle sin mucho cuidado, pues, casi no suele haber autos por aquí. La acera del otro lado me recibe y sólo entonces decido levantar la mirada de mis pies. Mi labio inferior tiembla y ya las lágrimas en mis ojos salen con pesadez.
El lugar está casi vacío, fueron muy pocas las personas que al igual que yo, decidieron venir al cementerio en un día tan frío como esté.
Con mis manos protegidas por guantes de lana seco mi rostro y otro suspiro abandona mis labios antes de seguir avanzando por las tumbas frías, solas e incluso abandonadas, con nieve que oculta los nombres en las lápidas, basura, flores marchitas...
El corazón late con premura en mi pecho, está tan acelerado que en ocasiones me corta la respiración, el dolor se hace cada vez más grande a medida que avanzo. Me sé el camino de memoria y no porqué venga mucho por aquí, de hecho; solo vine a darle el último y más doloroso adiós, el día que sepultaron su cuerpo bajo cuatro metro de tierra.
Automáticamente mis pies se detiene frente a la lápida con su nombre escrito, mis ojos se inundan más y el corazón se pone más pequeñito. Su tumba está limpia a diferencia de muchas otras, hay flores frescas en ella, y sé que es porqué Carmen ha venido en la mañana.
—Hola— susurro y mi voz sale entrecortada, rota...— Yo...yo siento mucho no haber venido antes— más lágrimas salen de mis ojos y sorbo mi nariz.— De verdad lo siento— seguí susurrando como sí en realidad estuviera hablando con él, con mi bestia... Con mi amor, en lugar de una tumba fría.— Es qué... Sigue doliendo mucho— un fuerte sollozo abandona mis labios y cierro los ojos con fuerza.
El nudo en mi garganta se hace más grande, mi cabeza empieza a doler por las lágrimas y mi corazón hecho pedazos parece estar duplicando esas piezas destrozadas.
—Quiero pedirte perdón, bestia— solté con la voz ahogada y me dejé caer sobre mis rodillas. La nieve bajo ellas incrementaba el frío, pero me importaba muy poco. Trato inútilmente de limpiar mis lágrimas y me senté sobre la parte trasera de mis piernas.— Perdóname por dejarte solo, por no correr y besarte antes de irme, perdóname por no recordarte lo mucho que te amaba... Lo mucho que sigo amandote.
Suelto aire por la boca, estó es muy difícil, es doloroso, me quema el pecho estar aquí, en su tumba, estar hablándole a su tumba...
—No entiendo porqué te traen flores— suelto una pequeña risita entre lágrimas tomando una de las rosas blancas con las que ví a Carmen salir del apartamento en la mañana.— Ni siquiera te gustaban para otra cosa que no fuera romperlas— susurré recordando las veces que lo veía arrancarle los pétalos a las flores que Carmen ponía de vez en cuando en la casa, o a las que él mismo me regalaba en mi cumpleaños.— Te extraño mucho, bestia— mi labio inferior tembló y más lágrimas salieron de mis ojos— No tienes una idea de lo mucho que te extraño.
Más sollozos salieron de mi boca. Del cielo caían pequeños copos de nieve y algunos caían sobre la lápida de la tumba, así que viendo mis manos temblar la sacudí hasta que el nombre volvió a quedar totalmente visible a mis ojos.
—Ha pasado casi un año desde...— con mis dedos arranco un pétalo de la rosa blanca y lo dejo caer sobre la lápida.— Desde que te fuiste dejando un enorme vacío en mí, en mi cama, en la vida de nuestra hija.— volví a limpiar mis lágrimas— Nos dejaste, dijiste que nunca lo harías y no cumpliste— otro suspiro abandona mis labios y nuevamente paso mis guantes de lana por mi rostro para quitar las lágrimas— pero supongo que hay cosas que se salen de nuestras manos...— esbozo una sonrisa que no llega a mis ojos.
No iba a superar jamás esté dolor, jamás podría hacerlo, jamás me permitiría hacerlo.
Alzo mi cabeza hacia arriba y suelto aire mientras fijo mis ojos en el cielo, no está nublado pero el día tampoco irradia luz, sólo es un día cualquiera de una mañana cualquiera de invierno. Las lágrimas resbalan por los costados de mi cara y cierro los ojos llenándome de mucha fuerza de voluntad para seguir aquí y no marcharme con todo el dolor en mi pecho a casa.
Quiero desahogarme con él, aunque no me escuche... aunque ni siquiera sea él realmente sino su tumba.
—Hey— dije con voz temblorosa, quería sonar bien, quería parecer fuerte; Una esposa que viene a visitar la tumba de se fallecido esposo un año después de su muerte. Debería haberlo superado hace mucho, sin embargo aquí estoy, llorando tanto o más que el día de su sepultura.— ¿Sabes que hace un mes se venció el contrato con James Evans? Lo hice muy bien, Hansel dijo que estarías muy orgulloso de mí— susurré con la voz totalmente rota.— Evans dijo que había sido un total placer, que esperaba volver hacer negocios nuevamente conmigo— volví a limpiar mi rostro— y yo sólo deseaba que estuvieras allí, que me abrazaras hasta sentirme pequeñita en tus brazos, quería... Quería tenerte conmigo, sólo eso...
Bajé la mirada a mis manos enfundadas en guantes negros y volví a arrancar otro pétalo.
—Hansel y Lie se casaron— susurro sin quitar la mirada de mis manos— Hace cinco meses.— añado y suelto una risita ahogada— Hansel estaba un poco triste ¿sabes? En algún momento de la boda dijo: “Jodido hijo de puta, me obligó a ir a su boda y no asistió a la mía”— digo con una fingida voz gruesa tratando inútilmente de imitar la voz de Hansel.— Pero tranquilo, te defendí y golpeé su brazo para que no te insultara.— guardo silencio por unos segundos— Fuí su madrina de bodas junto a Liam.
Sorbo por la nariz y levantó mi vista, la pongo en frente. A unos veinte metros puedo ver a un hombre, de espaldas a mí, está parado con un gran ramo de rosas en sus manos mientras al igual que yo parece estar hablándole a la tumba.
Rio un poco al mismo tiempo que niego levemente con la cabeza.
El dolor nos vuelve locos, tanto que nos hace hablar a tumbas frías con cuerpos inertes, quizás en un desesperado intento por hacernos sentir más cerca de nuestro ser amado.
—He aceptado la propuesta de Lucía Evans, bestia— susurro dejando de ver a mi alrededor y poniendo la vista nuevamente en mis manos. Otro pétalo cae al piso.— Hace varios meses que soy modelo de Fashion Luce.— con mi mano vuelvo a quitar los nuevos copos sobre su lápida, pero esta vez dejo mis dedos recorrer su nombre— Me ha ido muy bien, mucho mejor de lo que esperaba.— añado— Sé que a tí no te gustaba mucho la idea, y la verdad a mí tampoco me emocionaba mucho, pero he de admitir que es una muy buena distracción— arrancó otro pétalo y este cae también a la nieve camufajeandose al instante con ella— Entre la empresa, los viajes a Los Ángeles, la universidad, Mía, secciones de fotos y pasarelas, casi no tengo tiempo para sentir tu ausencia— susurro con una pequeña sonrisa.— hasta que llegó a casa y una habitación sola y la mitad de mi cama vacía me reciben— más lágrimas, lágrimas pesadas, gruesas...— Es en ese momento en que más te hecho de menos, es justo entonces cuando tú ausencia me destroza aún más el alma.— un sollozo acompaña mis palabras— Has dejado un vacío en mi pecho, en mi vida, que nadie jamás va a llenar.
Vuelvo a limpiar mis lágrimas y otro sollozo abandona mis labios.
—No nos dejaron amarnos, amor— susurro entrecortada— Tu mundo nos consumió, nos robó la felicidad, te robó a tí y contigo se fué mi alma. Me dejaste cuando dijiste que no lo harías.— bajo la voz hasta que mis palabras se hacen casi inaudibles.
Me mantuve varios minutos en silencio, llorando sin consuelo mientras veía mis manos y la rosa en ellas. Podía escuchar el viento soplar fuerte y estremecer mi piel aún cuando estaba abrigada de pies a cabeza. Este invierno prometía ser uno de los más fríos.
—Mía— susurro el nombre de mi bebé con una diminuta sonrisa en los labios— Te he hablado de muchas cosas, menos de ella— rio levemente— puedo imaginarte con ganas de ahorcarme por ello— vuelvo a limpiar mis lágrimas— Está muy grande, del diminuto cuerpecito que cargabas como sí fuera nada, ya no queda mucho— rio y mis lágrimas caen aún más— Está hermosísima, sigue conservando tus ojos y el color de tu cabello— rubio, mi rubio precioso— pero sus facciones se inclinan más a las mías que a las tuyas— arranco otro pétalo— y eso es todo, hasta allí llegan las similitudes conmigo— ya mi rostro arde por todas las veces que he pasado los guantes por mi cara para limpiar las lágrimas— tiene tu mismo carácter de mierda— rio entre llanto— es tan obstinada como tú, tan caprichosa y consentida como lo era tú, amor— la voz se quiebra, mi pecho arde, quema— Sólo tiene un año y cuatro meses, pero es capaz de poner el mundo a arder sí las cosas no se hacen como quiere— vuelvo a reír recordando a mi pequeña— Carmen la consiente y la mima tanto como lo hacía contigo, siempre le digo que por su culpa Mía se comporta de la misma manera que lo hacías tú— sonrió recordando a la mujer que me ha ayudado en todo todo esté tiempo— Siempre trato en la medida de lo posible de recordarle quién eres y puedo afirmar que te ama, amor, tu bebé te ama tanto como tú la amaste a ella. Pese a que no tiene ni un solo recuerdo contigo, reconoce a su padre a la perfección cada vez que mira una fotografía.
Más lágrimas se resbalan por mis mejillas sin parar, más duele el pecho, me siento tan rota, me siento nada desde que ya no está.
—A veces me cuesta mucho levantarme de la cama, saber que tú no estarás en ningún momento del día y mucho menos cuando caiga la noche me hace querer dormir siempre, porqué por lo menos cuando duermo y las pesadillas no me alcanzan puedo verte, puedo soñarte; ahí puedo verte, puedo tocarte y abrazarte, puedo sentirte cerca como antes, puedo oír tu voz.— un sollozo alto e incontrolable sale de mi boca— Te necesito, Damián, te necesito tanto, como nunca llegué pensar necesitar a alguien.— su imágen, su voz, su sonrisa, él por completo se adueña de mi mente. Recuerdos de ese día, su mano junto a la mía mientras corríamos a la salida; la última vez que nuestras manos estuvieron juntas...—Yo no soy fuerte, bestia— susurro recordando lo último que salió de su boca, las palabras que jamás olvidaría, las mismas palabras que divagaban por mi mente todos los días desde que él se fué; Amor, eres más fuerte de lo que te imaginas— Me ha costado la vida seguir adelante sin tí, me ha costado una enormidad llegar aquí. No soy fuerte y sí aún sigo de pie ante el mundo es porqué Mía sigue conmigo, sí no fuera por ella yo.... No sé que sería de mí.
Suelto un largo suspiro y arrancó el último pétalo de la rosa. Humedezco mis labios secos y vuelvo a fijar la vista en la lápida con su nombre.
—Juro que no volveré a amar a nadie como te amo a tí. Nadie ocupará jamás tu lugar.— solté el tallo de la rosa que de inmediato cayó al piso, dejé un beso en dos de mis dedos y luego los puse sobre la lápida fría mientras mis ojos dejaban salir más lágrimas— Felices treinta y dos, amor.
Y sintiéndome aún más destrozada que al principio me puse sobre mis pies y le dí una última mirada antes de girar y empezar a caminar nuevamente fuera de aquí.
Mientras caminaba no pude evitar evocar los recuerdos de su último cumpleaños; a él soplando las velas de su pastel mientras cargaba a Mía en sus brazos, yo abrazada a su cuerpo sin tener la más puta idea de que sería una de las últimas veces, la voz de Hansel diciéndole que sentía que nada hubiese resultado como planeabamos pero que no se preocupara, que de seguro el próximo sería mejor. El próximo era esté... Y estaba... No estaba aquí.
Todo se derrumbó en un abrir y cerrar de ojos, mi mundo se hizo nada cuando el partió, cuando su brazos ya no me rodearon aunque sea para detenerme, sus besos ya no acariciaban mi piel, su cuerpo ya no amanecía sobre el mío.
Tantas cosas que vivimos, tantas peleas, tantos sobresaltos, tanta m****a para que ni siquiera al final lograramos probar un poco de la felicidad plena que nos robaron cuando éramos niños.
¡Maldita sea la vida! ¡Maldito sea todo lo que nos ha dejado en esté punto!
Más lágrimas empañaron mi vista y sollozos incontrolables acompañados de hipo. Seguí mi canino al auto mientras todo a mi alrededor se veía distorsionado por las lágrimas y mis pensamientos, mis dolorosos recuerdos no me permitían pensar en otra cosa que no fuera él.
Hasta que el chillido de llantas resbalando por el resbaladizo asfalto dejó en mi mente un solo recuerdo y el mismo miedo que sentí ese día; cuando Damián casi pasa su auto sobre mí.
Mi corazón desbodacado ahora también por el reciente miedo, las lágrimas aún bajando y con los recuerdos aún presentes miré el Audi plateado que habían frenado a centímetros de mí. Mis ojos estaban bien abiertos, fijos en el parabrisas por dónde al igual que aquél día, no se podía ver más que un par de manos masculinas sobre el volante.
Segundos que parecieron horas pasaron, y yo no me moví de mi lugar, la persona dentro del vehículo tampoco lo hizo, ni siquiera sus manos abandonaron el volante y una ilusa y estúpida esperanza se adentró en mi pecho.
No puede ser cierto.
Él esta... Él...
La puerta del auto se abrió abruptamente y un hombre salió de ella a paso veloz hacia mí. Dejé de mirar el vehículo y bajé la mirada.
Estoy mal, maldita sea ¿Cómo pude pensar eso? ¡Yo lo ví! ¡Yo lo ví cuando lo enterramos! ¡Ví las heridas que le habían hecho en mi presencia!
¡Damián está muerto!
¡Muerto!
Muerto...
—Hey, lo siento— la voz del dueño del vehículo hizo que levantara la vista para verlo.— En serio, no...¡Joder! Es que apareciste de la nada y yo... Yo ¡Mierda!— su voz es desesperada mientras sus ojos me miran con fijeza.— de verdad lo siento...
—Fuí yo la que no se fijó— susurro y esbozo una débil sonrisa en su dirección— lo siento.— y con eso me dedico a caminar nuevamente a mi auto pero su mano atrapa mi brazo con delicadeza antes de que pueda alejarme más.
—Por favor, permíteme llevarte.— pide y yo niego casi enseguida—Me siento muy culpable, venía hundido en mis pensamientos y por ello pude haberte hecho daño...
—No te preocupes— interrumpo con otra sonrisa— no ha pasado nada.
—Por favor— insiste— no te ves bien, estás muy nerviosa, incluso estás temblando— a penas dijo estó miré mis manos para darme cuenta que sí, decía la verdad, había empezado a temblar o quizás nunca dejé de hacerlo— Es muy peligroso que conduzca en esté estado por las calles que han de estar resbalosas.— me sonrió amablemente— No podré estar tranquilo sabiendo que puede ocurrirte algo por mi culpa— añade y pongo mis ojos en los suyos; Cálidos, amables, tristes...
Asiento lentamente.
—Esta bien— susurro finalmente y él sonríe con agradecimiento.
—Mi nombre es Tristán— suelta mi brazo y estira su mano en mi dirección.—Tristán Reeves.— se presenta con una pequeña sonrisa.
—Ámbar Webster— imito su acción y estrecho su mano con la mía sin quitar la mirada de sus ojos verdes.
Diciembre, 24.Damián.Ladeo el vaso de cristal en mi mano y fijo mis ojos en el líquido color ámbar que se mueve dentro. Doy un sorbo y lo dejo en mi boca, dejando que el sabor a alcohol me llene todo el paladar.Miro las dos carpetas con documentos esparcidos por la mesita de centro y me levanto del sillón pasando la bebida por mi garganta.Necesito un receso de esto.Le doy la espalda a los papeles y me acerco a la pared acristalada del departamento. Vuelvo a dar otro sorbo y fijo mis ojos en la ciudad que desde mi altura se hace minúscula. Doy otro sorbo a mi bebida sintiendo como un nudo se me forma en el estómago.Tomo aire profundamente y me alejo del ventanal, camino a paso lento por todo el lobby, pasando la punta de mi índice por los muebles y encimeras.«Quizás deba pensarlo un poco más... Alargar un poco más el tiempo» no sería mala idea, es una decisión importante. Es mía, siempre ha sido mía, nadie se dará cuenta sí guardo los documentos y los hago esperar por un par de
Noviembre, 12Ámbar.Todo me da vueltas, siento el cielo caerseme encima, mi corazón no aminora su marcha, mis ojos no paran de lagrimear, ni mi cuerpo de temblar. Tengo muchas ganas de vomitar, mi garganta duele, duele mucho y mi respiración no es la mejor.Mis sienes palpitan, mi mirada es borrosa y el maldito tubo sigue en mi boca, acentuando el sabor a sangre.Tengo miedo, nunca me había sentido tan mal.Escucho voces pero soy incapaz de entender lo que dicen, pero puedo deducir el desespero que me agobia aún más. Quiero moverme, quiero mover mi cabeza, pero no puedo, el dolor no me lo permite y las manos de los paramédicos que hablan entre sí, no me dan tregua a la hora de intentar mover mis débiles y temblorosos brazos.Quiero hablar y tampoco puedo, mi llanto empieza a ser desesperado y el temblor en mi cuerpo se hace más fuerte, más alarmante.¿Dónde está? ¿Dónde están todos? ¿Mi hija? No quiero estar sola, ya no más.-Debe calmarse, señorita.- me habla uno de los paramédicos
Noviembre,11Damián.—Buenas noches, señor.— saluda Lennyn cuando llego al edificio y me adentro al recibidor.Lo miro y paso la vista a los otros dos únicos guardias que trabajan con él.—Buenas noches.— saludo empezando a quitarme la chaqueta del traje.—Necesita que nos quedemos aquí o qué subamos y hagamos guardia en el penthause.— pregunta y volteo a mirarlo una vez más.Aprieto los labios y niego.—Puedes irte a tu casa, Lennyn.— le digo.— Y ellos también.—Señor...—Pueden regresar mañana, no los estoy echando.— aclaro y sonríe empezando a asentir.—Muchas gracias, señor, y disculpe.— asiento y empieza a andar hacia sus compañeros.Entiendo su miedo a perder el trabajo, y es que hace unos meses despedí a todo el personal de suguridad privado, y sí él está aquí es porque pidió no ser despedido alegando que estaba por tener otro hijo y necesitaba el trabajo.Ya no necesitaba guardias, pues no tenía a nadie a quién cuidar, pero aún así le dije que podía quedarse con tres de sus ho
Agosto, 03Hansel.El celular suena indicando la llegada de un mensaje, sin dejar de ajustar las cordones de los zapatos de mi hijo, leo el mensaje que se refleja en la pantalla de bloqueo del teléfono que yace a un lado de Noah en la cama.—Ya está.— digo terminando mi labor para luego levantarlo por debajo de los hombros y dejarlo en el piso.—Estoy más guapo que tú.— alardea con una risa que correspondo mientra cojo el teléfono para responderle a Amelie.—Yo estoy más linda que todos.— interviene Mía deteniéndose a su lado.—Las princesas siempre son más hermosas que los príncipes.— concuerdo y ensancha su sonrisa antes venir a mis brazos.—Pero de todos los príncipes yo soy el mejor.— recalca mi hijo y sonrío ladeando la cabeza.—Concuerdo.— digo divertido y él sonríe.—¡Yo también!— secunda la pequeña rubia en mis brazos.—Con gusto seguiría está importante conversación con la realeza, pero sí no nos marchamos ahora, nuestra dulce Lie se convertirá en la dragona de Shrek.— hablo
Julio, 08Damián.El ascensor suena, las puertas se abren y el salón principal del apartamento me recibe, no está a oscuras como normalmente lo estaba siempre que llegaba hasta hace una semana. Afuera el cielo está oscuro y la tormenta parece hacerse más fuerte cada segundo.Las gotas gruesas chocan contra la pared de cristal del otro lado del salón, pero por el cristal grueso, al impactar contra él las gotas no emiten ningún sonido, o por lo menos de este lado del cristal no se puede escuchar nada.El lugar está alumbrado, pero el silencio es tan denso que desde acá puedo escuchar el pitido que produce la máquina que monitorea el corazón de Ámbar.Me quito la chaqueta y la dejo sobre una mesa antes de emprender mi camino a la siguiente sala de estar. Me aflojó la corbata con una mano y con la otra me quito el cabello que ha crecido hasta caerme sobre las cejas, debo cortarlo.Meto la corbata en el bolsillo de mi pantalón y suelto los primero cuatro botones de la camisa azul oscuro qu
Julio, 01Damián.La hora rebasa la una treinta de la madrugada, en algún momento de la noche me quedé dormido con varias botellas de alcohol a mi alrededor. Estoy ebrio, las luces, autos, edificios y personas distorsionadas me lo indican. Pero aún así no detengo el auto que se sale de su carril un par de veces, hasta que llego a la clínica y estaciono el primer espacio vacío que encuentro.Camino intentando quitar las arrugas de la camisa al tiempo que trato también de meterla por dentro del pantalón. Mi cabeza duele y la garganta y emociones encontradas aclaman por más alcohol, pero ya no más. Ahora debo entrar y cuidar de Ámbar para que despierte y regresarla con mi hija antes de que el odio que me tiene se acrecente más, antes de que empeore y enfoque su rabia en mí como yo lo hice con mi padre.Ámbar dijo que no era como yo, eso quiere decir que con ella nunca hizo lo que conmigo hoy, es por ello que la voy a despertar, le diré que vuelva porque Mía la necesita muchísimo más que
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