Ariane se paró frente a la enorme reja de lo que alguna vez fue su hogar y de lo que ahora no quedaba nada, ni siquiera recuerdos.
El jardín se veía igual de cuidado, pero para la joven, carecía de la vitalidad de la que este gozaba cuando su madre estaba viva pues al parecer, ni siquiera las mariposas se atrevían a visitar el espacio.
Esas mujeres habían arruinado todo lo que sus manos habían alcanzado a tocar.
Esas arpías no solamente se habían adueñado de todo lo que su madre había construido con tanto esfuerzo, sino que también habían destruido cada uno de sus sueños e ilusiones con sus propias manos.
- ¿Señorita Ariane?.- Un hombre corpulento de tez morena, con lentes oscuros y traje de alta costura negro, se acercó hacia el panel de control de inmediato y marcó algunos números en este con premura, sin quitarle los ojos de encima.
La chica sonrió sin ganas, al ver que al menos algunos pocos de los empleados más leales de su madre aún seguían ahí, aunque también la desconfianza se