De Vuelta Al Infierno

Las nubes envolvían el cielo, haciendo parecer que el avión nadaba entre algodón de azúcar.

La hermosa pelinegra recogió su larga cabellera en una coleta y con aquellos ojos tan azules e intensos como el mar embravecido, observaba el panorama que la rodeaba con aire inquieto y cierto toque de nerviosismo que su rostro frío y sin emociones no era capaz de ocultar.

Su padre la había obligado a abandonar Francia hacía muchos años atrás, justo después de llevar a casa a su amante y a la hija que con esta tenía. Ahora, ¿Qué demonios tramaba para obligarla a volver?. Algo bueno seguramente no era, pues con la clase de fichitas que tenía viviendo bajo su mismo techo, nada bueno podía esperarse de aquel cambio tan repentino.

Cerró los ojos con fuerza, tratando de calmarse y dejó que su espalda descansara contra el respaldo del asiento conectando los auriculares a su celular, tratando de matar el aburrimiento y no lanzarse del avión en aquel mismo instante.

- Les pedimos a los pasajeros que por favor se abrochen sus cinturones, pues estamos a punto de aterrizar.- La voz mecánica de una de las azafatas hizo eco por todo el espacio y de inmediato todos se pusieron en movimiento.

Aunque deseaba con todas sus fuerzas hacer lo contrario, no se atrevió a desobedecer y abrochó de inmediato aquel condenado cinturón de seguridad, mientras miraba su celular por enésima vez, leyendo aquel mensaje antes de que el avión comenzara su descenso.

Se sintió aliviada cuando por fin llegaron a tierra, sintiendo que por fin había acabado su martirio, pues todo su cuerpo se encontraba entumecido después de tantas horas sentada debido a que las turbulencias les obligó a mantenerse en sus lugares.

- Todos los pasajeros desembarcar por la puerta díez .- La voz de la azafata se dejó oír de nuevo y todas las personas comenzaron a moverse de manera frenética por el lugar.

Ariane suspiró, antes de ponerse en pie y unirse a la multitud.

Era hora de enfrentar su pasado y poner las cosas en el lugar correspondiente, aunque tenía que ser sincera consigo misma y aceptar que aún no estaba preparada del todo.

Tomó su equipaje después de registrarse y avanzó hacia la salida del lugar, sintiéndose extraña y nerviosa.

El aire cálido la recibió con los brazos abiertos y una sensación de estar nuevamente en casa comenzó a calentarle el corazón, porque nada se podía comparar con su tierra, por muy bueno que pareciera lo demás. ¡Lástima que las personas que la esperaban en lo que alguna vez fue su casa, eran motivo suficiente para querer tomar aquel avión nuevamente e irse de ese lugar!.

- Ya deja de lamentarte y camina. Angéle seguramente debe estar esperandome.- Se dijo así misma, obligando a su cuerpo a avanzar.

Apenas había dado unos pasos afuera, cuándo el estridente sonido de una bocina de coche seguido de un grito, la hizo saltar en su sitio.

No necesitó más para encontrar a la fuente de este, pues de inmediato divisó a la despampanante pelirroja, siempre única en sus locuras.

- ¡Ari!.- Gritó entusiasmada, antes de salir corriendo y abrazarla con fuerza.

- ¡Me vas a dejar sin aire!.- Ariane no pudo evitar decir entre risas, al verse estrujada por los brazos de su amiga, viéndose obligada incluso a soltar sus maletas para poder corresponderle.

- Sí, gracias. Yo también te extrañé Angéle.- La pelirroja la soltó, fingiendo estar ofendida.

Ariane se echó a reír. Una de las pocas sonrisas sinceras después de la muerte de su madre.

- ¡Vamos!. ¡No seas dramática!.- Angéle se llevo la mano al pecho y Ariane no pudo evitar negar con la cabeza divertida.

Sin duda el tiempo pasa, pero hay personas que sin importar cuánto tiempo pase, no cambian ni pierden su esencia.

- ¿Por qué nadie vino de tu casa a recogerte?.- Angéle preguntó con curiosidad.

- Le dije a mi padre que volvería, pero no le dije cuando.- Ariane se encogió de hombros.- Lo menos que deseaba era ver su cara apenas llegar.

- Entonces gracias por el honor.- Angéle hizo una reverencia.- Ahora vamos que tengo mucho que contarte.- La pelirroja tomó una de las maletas de su amiga.

Ariane la siguió y puso su maleta en la parte trasera del coche entre risas, para luego acomodarse en el asiento del copiloto en el auto de su amiga.

Angéle no tardó en seguirla y acomodarse en el asiento del piloto.

Un cómodo silencio se extendió entre ambas, mientras Ariane disfrutaba de la caricia de la brisa en sus mejillas, con el olor inconfundible de la libertad dándole la bienvenida.

-¿En qué piensas Ariane?.- Angéle preguntó, mientras colocaba sus gafas de sol sobre su cabeza y la miraba con aire juguetón, observando curiosa a la mujer a su lado, antes de poner el coche en marcha.

- En el enorme esfuerzo que tendré que hacer para no arrancarle la piel del rostro a esa… Mujer.- Ariane respondió con un suspiro de frustración, mientras trataba de no sucumbir a la locura.

- Te entiendo, pero, debes aguantar aunque sea un poco, además, no estás sola: si se quieren meter contigo sabes que mi madre es capaz de ir a poner a esa mujer en su sitio y yo con gusto me encargo de Margot.- Angéle cerró su mano en un puño, cómo si estuviera tomando a alguien del cuello.

- Gracias Angéle. No sé que haría sin ti.- Ariane abrazó a la chica con una sonrisa, tratando de calmar sus emociones.

La hermosa pelirroja de curvas de infarto y ojos avellana que tenía a todos los hombres más influyentes de la ciudad comiendo de su mano también la abrazó, mientras esperaba con impaciencia que el semáforo cambiara a verde.

Era la única amiga que Ariane había tenido en toda su vida, pues su hermanastra se había encargado de que nadie quisiera acercarse a ella. Angéle era la única que no había caído en su juego y se había quedado a su lado, sin importar las habladurías de los demás.

- ¡Ni que lo digas!. Sabes que si fuera por mí, hace mucho hubiese hecho uso de mis clases de defensa personal.- Ariane no pudo evitar reír de nuevo, mientras Angéle ponía el auto en marcha nuevamente, el cuál avanzaba por entre el bullicio de la ciudad.

- ¿Por qué crees que tu padre casi te obligó a volver?.- Angéle por fin preguntó curiosa y preocupada, sabiendo que nada bueno se podía esperar de esa panda de chupasangres.

- No tengo ni idea, pero, tengo el presentimiento que nada bueno están tramando.- Ariane no dudó en aseverar, conociendo el nido de víboras que ahora vivían en su casa.

- Lo bueno es que ahora tienes tu propia empresa y no necesitas nada de ellos ni pueden manipularte a su antojo. ¡Ahhhhh!.- Angéle exclamó sonriendo encantada.- Quisiera ver la cara de esas brujas al enterarse que la empresa que les está haciendo competencia es nada más y nada menos que la tuya. ¡Ay!. ¡Sólo de imaginar la cara de tu padre mi corazón estalla de felicidad!- Otra risotada escapó de sus labios, mientras su rostro soñador se volvía radiante.

- Dirás nuestra empresa socia.- Ariane la corrigió.- Además, te recuerdo que desgraciadamente ellos aún tienen las pertenencias de mi madre incluida la empresa, por lo que de alguna manera, aún me tienen en sus manos, aunque no por mucho tiempo.- Ariane sonrió, aquella sonrisa que sólo auguraba peligro la cuál fue correspondida por Angéle de inmediato.- Por cierto, cambiando de tema. ¿Qué son esas noticias tan importantes que me tienes y de las que no quisiste hablarme por teléfono socia?.- Preguntó con la ceja alzada, deseando por fin salir de la intriga.

- Al parecer tu querida hermanita Margot la lio en grande esta vez.

- ¿Qué hizo esa estúpida rubia oxigenada?.- Ariane se sintió aburrida, apenas escuchó el nombre de esa peste.

- Se metió con Kalet Escoffier y terminó embarazada. ¿Lo peor?. Después de dar a luz se escapó con uno de sus varios amantes y dejó a este no sólo con dos bebés, sino con la empresa casi en la bancarrota, pues al parecer desfalcó varios miles de Euros para derrocharlos con su amante y le vendió varias de las mejores fórmulas de Escoffier Fragance a la competencia.- Angéle se apresuró a explicar.

Los ojos de Ariane se abrieron de par en par y una pizca de diversión bailó en sus ojos, pues no quería ni imaginar la cara de su padre al enterarse de lo que había hecho su querida niñita. Lo único que lamentaba era que aquellos bebés inocentes, tuvieran semejante madre descarriada.

-¡Un momento!. ¿Dijiste Kalet Escoffier?.- Ariane preguntó al procesar correctamente las palabras de Angéle, enderezándose en su asiento de inmediato al darse cuenta que había sido su hermanastra la que había provocado la crisis a la que ahora se enfrentaba este.

- Sí, así es. Kalet Escoffier. Tu amor platónico de la infancia, tú crush, el chico por el cuál salían corazones de tus ojos. Alto guapo y amante de los deportes.- Angéle dijo de forma dramática, haciendo que las mejillas de Ariane se tiñeran de rosa.- ¡No entiendo que le vio a Margot!. ¡Es tan fea y cabeza hueca!.

- En el amor no se manda Angéle. El corazón no entiende de razones.

- Si pero… Pero ¡Mírate!. ¡Eres preciosa!. ¿Cómo es posible que no se haya fijado en ti?. Si yo fuera hombre, con todo el gusto del mundo sería tu más fiel pretendiente y no descansaría hasta arrancarte la ropa.

- ¡Deja de decir tonterías!.- Ariane le dio un pequeño golpe en el brazo a la pelirroja, mientras soltaba una carcajada.

- Hablo en serio Ari. Eres preciosa. No entiendo por qué siempre tuviste miedo de que Kalet supiera lo que sentías por él. No creo que fuese tan idiota como para rechazarte.

- Él era el chico más popular de la secundaria. Jamás se habría fijado en alguien tan común y corriente cómo yo. Lo sabes.- Ariana respondió desanimada y enfadada al saber lo que Margot le había hecho.

Kalet era el hombre más dulce y amable que había conocido, no entendía que pasaba por la cabeza de Margot.

-¡En fin!. Lo que importa es que ahora está soltero. Es tu turno amiga. Además: te salió con oferta.- Angéle subió y bajó sus cejas sugerente, haciendo que Ariane rodara los ojos con aparente fastidio, aunque no podía apagar la pequeña chispa de esperanza en su interior, porque aunque habían pasado los años, su corazón aún latía desenfrenado cada vez que escuchaba su nombre.

- No lo creo Angéle. Él jamás se fijaría en mi.- Ariane contestó mientras miraba por la ventanilla del auto, perdida en sus pensamientos.

La pelirroja no quiso preguntar, pero presentía que había algo que la pelinegra no le estaba diciendo y es que aquella frase parecía encerrar más de lo que aparentaba.

- Si yo fuera él y me hubieras ofrecido la mitad de lo que redactaste en ese contrato, con gusto sería tu esclava.

- Aline ya te fue con el chisme.- La pelinegra rodó los ojos.

- ¿Tú no pensabas decírmelo?.- La pelirroja preguntó con una ceja alzada.

- Fue un impulso.- Ariane suspiró.- Iba a llamarte a ti, pero no quise despertarte, así que llamé a Aline.

- Vale, no estoy conforme pero gracias por respetar mi sueño.- Angéle asintió sonriente.

- Quizás no lo acepte de todas formas.

- No sabe quién es la dueña, además la propuesta es buena.-Angéle la miró de reojo.- Mira: las cosas pasan por algo Ari, lo sabes más que nadie.- Trató de animarla al ver su semblante un poco decaído, aunque su voz se volvió más seria y formal.- Margot es Margot y tú eres tú. No importa lo pasado, importa el presente y el futuro. Eso es lo único que puedes cambiar y demostrar tu valía. Si aún lo amas, no te des por vencida. Demuéstrale lo que sientes por él y lucha por tus sueños. No dejes que te arranquen las alas, no de nuevo.

Ariane la miró y le sonrió con tristeza y el corazón de Angéle se estrujó en su pecho, mientras un enorme portón se alzaba a la distancia que se acortaba a cada segundo.

- ¡Bueno!. ¡Llegamos a la cueva de ratas!.- Angéle gritó, mientras Ariane se cubría el rostro con sus palmas, cuando esta gritó aquello frente a uno de los guardias de seguridad de la mansión.

Negó con la cabeza antes de bajar del auto y mirar la fachada de la imponente mansión Petit. Un lugar que durante su infancia fue su castillo de hadas perfecto y después de la muerte de su madre se transformó en su infierno personal.

-Gracias por traerme Angéle.- Se giró hacia la pelirroja, quien ya se bajaba del auto para sacar sus maletas del baúl.

- No hay nada que agradecer y ya sabes: cualquier cosa me llamas y yo vengo corriendo a sacarte de este nido de serpientes venenosas. Sabes que en mi casa mis padres y yo te esperaremos con los brazos abiertos.

Ariane abrazó a Angéle no sólo cómo agradecimiento por su amistad, sino también por ser su refugio cada vez que sentía que se estaba asfixiando.- Gracias de nuevo. Prometo ir a visitar a tus padres lo antes posible.

-¡Más te vale!. O mamá se pondrá furiosa.- Ariane sonrió, antes de darse la vuelta con sus maletas en mano y avanzar hasta la enorme reja.

Esta vez recuperaría todo lo que le pertenecía y no permitiría que nadie más lo volviera a pisotear.

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