Todo se encontraba en completa calma, con el cielo iluminado por la luna llena en todo su esplendor y las estrellas titilantes que parecían pequeñas luciérnagas dispersas en el firmamento.  Un llanto agudo y lastimero rompió la quietud de la noche, siendo acompañado casi de inmediato por otro igual.  Un hombre se sentó de golpe en la cama y a tientas, comenzó a buscar algo con lo cuál iluminarse, con sus ojos tan verdes como un bosque espeso en plena primavera abiertos de par en par, mirando aturdido a todas partes, mientras trataba de alejar la somnolencia que aún persistía en su cerebro.  Miró a todos lados y al no encontrar nada que pudiera servirle, acompañado del reflejo de la luna, se lanzó de la cama y abrió la puerta de un tirón, buscando el interruptor y encendiendo todas las luces en el proceso, corriendo enloquecido por el corredor hasta llegar a aquella puerta de madera oscura, pues del interior de la habitación que guardaba tan celosamente, provenían aquellos desgarrad
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