Hedda, una princesa de Hedal. Erik, un príncipe de Besian. Los reyes de ambos reinos firmaron un acuerdo para terminar con la guerra entre los dos pueblos. Y decidieron que la mejor forma de sellar la paz y que perdurara por mucho tiempo, fue hacer que sus príncipes contrajeran matrimonio. El problema fue que Hedda no estaba al tanto de su compromiso, hasta que fue llevada por su padre al palacio del príncipe Erik, heredero al trono de Besian, para que se convirtiera en su esposa y futura reina.El corazón de Hedda pertenecía a otro hombre, no quería renunciar a él, por lo que intentó huir del palacio, pero fue descubierta por el príncipe Erik.¿Qué ocurrirá entonces, entre Erik y Hedda? ¿Cumplirán con el acuerdo?
Leer másHedda miró hacia abajo; esa sería una caída de varios metros de altura, ese castillo era realmente enorme. Si no moría al caer, quedaría con muchos o todos sus huesos rotos. Se sostuvo con todas sus fuerzas, pero temía que estaba vez las cosas no saldrían como las había aplaneado.
Todo iba bien hasta que resbaló; el plan era perfecto: subir al balcón, llegar a las enormes ramas de los árboles, luego descender hasta el suelo. Estaba seguro que así podría huir de aquel lugar. Era algo sencillo para ella, lo podía hacer desde niña, subir y bajar de los árboles sin ningún problema.
—Al parecer la suerte no está de mi lado en esta ocasión. —Dijo casi al borde del llanto.
«¿Por qué tuvo que pasar esto? ¿Por qué mi padre tenía que darme en matrimonio con alguien que ni conozco?» —pensó.
Quizás a muchas personas no les importaba si conocías o no, con quién ibas a casarte, los intereses de por medio eran lo verdaderamente importante para las familias, en especial para una como la de ella. Aun así, no esperaba que sus padres le hicieran eso.
Su vida era perfecta, feliz, sus padres la amaban o al menos eso parecía. Y sus hermanos tampoco hicieron nada por ayudarla. Ahora ellos la habían abandonado en aquel palacio. Sus lágrimas corrían por sus mejillas al pensar en cómo estaba a punto de terminar su vida. Sus fuerzas se estaban debilitando y sus manos ya no podrían sostenerla por mucho tiempo. Ella solo deseaba estar con la persona que su corazón quería de verdad y algún día casarse con él. Pero si su destino era otro, «quizás terminar así sea lo mejor» —pensó, antes de darse por vencida.
Justo en ese momento sintió unas manos fuertes y cálidas sostener sus brazos, miró hacia arriba y se encontró con los ojos azules del hombre que sería su esposo. Erik Nordin, príncipe de Besian.
En aquel entonces existían ocho reinos, los cuales dominaban el mundo, unos más grandes que otros: Besian, Hedal, Slarin, Okaris, Ceseon, Truven, Zehan y Qaven. También había algunos reinos pequeños vasallos de los más grandes.
Pero el reino que sobresalía, el reino más poderoso y al que casi todos, le tenían respeto, era el Reino de Besian. Su rey, Melker Nordin, había reinado más de cuarenta años. Era muy joven cuando se sentó en aquel trono del cual irradiaba luz y esperanza, llevando en sus hombros el peso de mantener la paz entre todos los reinos, una tarea bastante difícil, y casi lo había conseguido, pero ya era viejo y estaba cansado. El rey Melker presentía que pronto esa carga pasaría a los hombros de su primogénito, el príncipe Erik.
Aun así, estaba feliz porque que su hijo sería un gran rey y que posiblemente lo iba a superar; tal vez eso debería de darle celos, pero solo podía sentir paz. El príncipe Erik había ganado muchas batallas incluso sin su consejo. Había terminado con una serie de enemigos rebeldes en su propio reino. Había aceptado un matrimonio por intereses políticos, con tal de mantener la paz con el reino vecino. Su prometida, una princesa que nunca había visto. Y eso no era todo, debía esperar unos siete años para casarse, porque ella era aún muy joven. Y nunca lo escucho quejarse sobre ninguna de sus obligaciones como príncipe. Tal vez tenga varios defectos, pero no tenía dudas de que era el heredero perfecto para mantener la dinastía de su imperio. El príncipe tenía a toda la corte de su lado. Bastaba con que él quisiera ser rey en cualquier momento, y lo sería, incluso desde hace mucho tiempo, pero esa nunca fue una opción para él.
El hombre que la sostenía de sus brazos evitó que cayera.
Erik ni siquiera hizo uso de todas sus fuerzas, y en un movimiento ágil y seguro tiró de ella para sostenerla de su cintura y luego… todo fue muy rápido, ella cerró sus ojos y chilló por la sorpresa y cuando volvió a abrirlos se encontró con su mirada.
—¿Estás bien? —preguntó Erik.
Ambos habían caído al piso del balcón, ella encima de él y un jarrón yacía roto en el piso. En ese momento la puerta de la habitación se abrió, y la reina Signy Hassan entró.
—¿Qué están haciendo? —preguntó la reina al ver la escena frente a ella.
Erik ayudó a Hedda a levantarse. Ella lo vio con los ojos bien abiertos y, con algo de culpa. Decidió dejar que Erik respondiera; si el la delataba, de seguro estaría perdida. Aun así, no sabe por qué esperaba que él le ayudara, su mente estaba en blanco y no se le ocurría nada que decir.
Por un momento sintió miedo, había escuchado que el príncipe era muy serio, casi nunca sonreía; además de ser demasiado estricto, era tan intimidante. «¿Cómo podría soportar vivir con una persona así? Ella, que siempre había sido libre, bueno… casi. Pero nunca tenía problemas en expresarse, hasta ahora»
—Estábamos ensayando nuestro baile, resbalé y nos caímos. —La voz y el rostro de Erik eran tan tranquilos que si no fuera porque ella sabía lo que en realidad pasó, también le hubiera creído.
Hedda lo vio sorprendida, y al ver su determinación en fingir, sonrió algo avergonzada para confirmar su versión, mientras le hacía reverencia a la reina.
—Oh, ya veo —dijo la reina.
Él no estaba seguro de si le había creído o no, su madre era una mujer impredecible y muy perspicaz. Y él había heredado eso de ella
» Pero al parecer deben practicar mucho. —La reina entrecerró sus ojos mientras lo decía.
—Por supuesto, madre —Aceptó Erik.
—Bien, solo quería despedirme de ambos —respondió su madre. Se dirigió hacía Hedda—. Bienvenida a la familia real, eres realmente hermosa y espero que no lo defraudes. —La reina de verdad era directa. Después de decir esas palabras, salió de la habitación.
Erik y Hedda aún estaban en el balcón. Él se quedó en silencio un momento mirando hacia el horizonte con sus brazos entrelazados en su espalda.
—Así que intentando escapar a unas semanas de nuestra boda, princesa. —No era una pregunta, el príncipe lo estaba afirmando. No lo hubiera sabido si no hubiera visto un pequeño bolso en una de las ramas del árbol. Además, la ropa y la capa que Hedda llevaba puesta no eran precisamente para ir a dormir, si tomaba en cuenta que ella se retiró del banquete con la excusa de ir a descansar.
Hedda había llegado al palacio del Príncipe Erik hacía apenas dos días, debía aprender todo el protocolo real del reino de Besian; para poder convertirse en la esposa del príncipe Erik y futura reina. Pero eso estaba lejos de ser lo que ella quería. Su matrimonio había sido anunciado esa mañana, y recién terminaba el banquete que el príncipe había ofrecido para la familia real y la nobleza.
—Por favor, rompa este compromiso y envíeme a casa de mis padres —suplicó ella con tristeza. Él la miró sin ninguna expresión en su rostro. Luego sonrió.
—Eso no es posible. Su familia ha firmado un acuerdo. —Erik entró a la habitación y caminó hacia la puerta.
—¿Eso es lo que soy? ¿Un acuerdo? —cuestionó ella mientras lo seguía. Él se volvió para verla.
—Lamento que lo vea de esa forma, princesa —hizo una pausa—, dime, ¿por qué crees que desde tus 13 años estás en este reino? —Hedda guardó silencio. Según sus padres, se habían mudado hace varios años a Wison, ciudad principal del reino Besian, para sellar la paz entre el reino de Besian y Hedal. Siendo ellos parte de la familia real Hedalis, se vieron obligados a hacerlo.
«Pero, ¿qué tenía que ver eso con ella? ¿Acaso ella era…?» —Su mente llegó a una conclusión que la dejó aún más perpleja.
» No me digas que no lo sabes. —Ella levantó su mirada para verlo y entendió todo.
—Soy la garantía de ese acuerdo de paz —Musitó con tristeza. No era una pregunta, pero igual el príncipe se lo confirmó.
—Así es. Si este matrimonio no se realiza, su familia quedará como rehenes por no cumplir el acuerdo. El rey Harald y su pueblo tendrán que defenderse de Besian. ¿Es eso lo que quieres para tú familia y el reino de Hedal?
Cerró sus ojos, ella no sabía qué responder, ella no sabía nada. Su padre nunca mencionó que ella tendría que casarse para mantener esa paz. Su familia había logrado mantenerla en el corazón de Besian durante siete años sin que ella pudiera darse cuenta; hasta que, su padre fue a dejarla al palacio del príncipe Erik. Había sido algo inesperado que, ni siquiera tuvo tiempo de asimilar la noticia.
Tenía muchos sentimientos encontrados, no sabía cómo sentirse, prácticamente estaba siendo sacrificada.
» Si su familia está dispuesta a sacrificarse por usted para que sea feliz con la persona que ama, entonces rompamos este acuerdo. —Hedda volvió a mirarlo—. Si lo que quiere es dejar que sea su familia y todo su pueblo los que se sacrifiquen por usted, venga conmigo. —Erik le extendió la mano, pero ella no la tomó, entonces él la sujetó de la muñeca y se dirigió hacia la puerta. Hedda tiró de él haciendo que se detuviera.
—¿A dónde vamos? —preguntó ella.
—A romper el acuerdo con su familia para que pueda casarse con la persona que ama, ¿no es eso lo que quiere?
—¿Cómo… cómo sabe sobre eso? —se atrevió a cuestionar ella.
Esa mañana Erik había ido a su habitación para ver cómo estaba, pero se detuvo antes de entrar. Escuchó a Hedda discutir con su madre y ahí se dio cuenta de que ella estaba enamorada de otro hombre. Erik había mandado decorar sus habitaciones al estilo de su reino. Con alfombras en los pisos y algunos detalles que él mismo se encargó de averiguar. Él quería saber si la habitación era de su agrado, pero desistió de entrar cuando la escuchó hablar de otro hombre.
—Sé muchas cosas, princesa. ¿Entonces qué quiere hacer? ¿Ir con su familia y terminar con esto? ¿O quedarse? —Hedda bajó su cabeza. Cerrando sus ojos en un intento por detener las lágrimas que empezaban a empañar su vista.
—Yo… no sé…—Su voz se quebró y ya no pudo evitar derramar sus lágrimas—. Puedes tener a la mujer que quieras, ¿por qué yo? —Erik suspiró, se acercó a ella tomándola de los hombros, quería decirle que a la que quería era a ella.
—Escucha… —musitó él. Hizo que ella levantara su rostro tomando su mentón con sus dedos. Eso fue un error porque se perdió en sus hermosos ojos grises, estaban llenos de lágrimas. Quería borrarlas de su rostro. Su piel era blanca y su cabello tan negro como la noche. Sus labios ligeramente enrojecidos, toda ella era hermosa. En ese momento deseó tanto besarla, al igual que la primera vez que la vio.
Tomó una decisión, no estaba dispuesto a perderla sin antes luchar por ella y obtener su corazón. Llevaba años esperando poder al fin casarse con ella.
» El rey Harald y el rey Melker firmaron un acuerdo de paz. Me haré cargo de mantener esa paz entre ambos reinos si decides quedarte, pero si decides irte, no te detendré, pero debes tener presente cuáles serán las consecuencias y no será mi decisión. Mi padre no perdonará a tu abuelo. Y antes de que decidas, te propongo un acuerdo, solo entre tú y yo.
Algunos días después. Hedda corrió a sus brazos apenas lo vio llegar. —Cuidado, bella, puedes lastimarte. —Sé que no dejarías que eso suceda. —Tienes razón. —Erik la había atrapado en sus brazos sin que tocara el suelo mientras la besaba y por supuesto que nunca volvería a permitir que algo le hiciera daño, ni siquiera él. Todo el tiempo ella se había mantenido en calma mientras esperaba por él. En parte, era su confianza en su esposo y, también sabía que su padre le daba algún té que la hacía estar tranquila. Erik volvió a colocarla en el suelo, se inclinó hacia delante y colocando una rodilla en el suelo acarició su vientre, luego depositó un beso— ¿Cómo se ha comportado nuestro hijo? —preguntó. —No me ha dado muchos problemas. —Me da gusto saberlo. Es hora de volver a casa, mi bella de ojos grises —dijo antes de volver a besar sus labios—. Te amo. —Y yo a ti. Había muchas cosas por hacer, y unas de ellas eran las bodas de sus amigas. Primero, la de su querida Nilsa, la cual
Reino de Hedal. —General Frans. —Príncipe Gerd —Ambos hombres se saludaron—. ¿Dónde está el príncipe Erik? —cuestionó. Según la carta que recibió del rey Melker, él enviaría a su hijo con su ejército para apoyarlos en la batalla contra Slarin. —Su ejército está detrás de nosotros —mintió por supuesto. Si al general Frans le pareció algo extraño, no lo demostró. Al final, ya tenía lo que necesitaban y eso era el apoyo de Besian—. Ahora vayamos a hablar con ellos y a ofrecerle que se rindan —Sugirió Gerd, su intención era hacerles saber que el ejército de Besian estaba ahí. Usó una de las armaduras de Erik y ocultó su rostro. Después de que Gerd les dijera amablemente que se rindieran, el general que dirigía a los soldados de Slarin no dijo ni una palabra, dio la vuelta y se marchó a su campamento. Una vez que supo que el príncipe Erik se había sumado a la batalla, envió un mensaje a su rey, este le había ordenado que se mostrara cada día con intenciones de atacar, pero sin hacerlo
Hace dos días que su esposo se había marchado. El día estaba un poco gris; aun así, quiso caminar por el jardín, mientras leía su carta. Ahora que estaba al tanto de la situación y la muerte de sus tíos, no solo le preocupaba la seguridad de Erik y su pueblo, sino el caos que podría estar en su reino sin ninguno de los príncipes que debían heredar el trono de su familia y, peor aún, con su abuelo enfermo. Debido a la situación de guerra en Hedal, no pudieron asistir al funeral de los príncipes Hedalis y tampoco podía estar con su abuelo hasta que la guerra terminara. Aquel acuerdo de paz, sellado con su matrimonio, había sido lo mejor que le había pasado, no solo para ella, sino para todo su pueblo también, el apoyo de Besian era la mayor esperanza para Hedal. Por otro lado, Raner ansiaba estar recuperado y así unirse a la batalla junto a su hermano. Erik no le había permitido participar en nada hasta que estuviera totalmente recuperado, y mientras eso sucedía, aprovechó para hablar
—¿Estás seguro? —Erik se acercó más a su padre y lo tomó por los hombros. —No le había dicho esto antes porque necesitaba más información; descubrimos movimientos sospechosos en el sur, alguien está tramando algo, puede que esto tenga que ver con Soren y he enviado a averiguar. Pero necesito a mi hermano primero, antes de tomar una decisión. Melker creyó que su hijo se rehusaba solo por no alejarse de su esposa, pero ahora podía ver que tenía razón, no podía irse con todo su ejército y dejar a Besian desprotegido; aun en medio del caos, estaba pensando en su pueblo. —Está bien —su padre también lo tomó de sus hombros—, cuida de mi nieto y su madre. —Gracias, padre. —Cuando el rey se marchó, Einar entró a la sala, no había podido hablar con el príncipe, porque no se había separado de Hedda, entonces el general aprovechó para darle su informe. —Lo encontraste —dijo Erik tomando aquel sello en forma de anillo. —Sí —contestó el general, orgulloso de sí mismo—. Al parecer, el príncip
La nieve no era mucha en el norte, pero si no emprendían de regreso su viaje a la capital, podrían quedar atrapados en una tormenta que probablemente llegaría en las próximas horas, y eso los atrasaría demasiado, no se perdonaría si le fallaba a su hermano y a su cuñada. Habían estado buscando casi toda la mañana en aquella montaña a las orillas de aquel rio. No fue hasta que llegaron a una enorme catarata, él la había visto antes y siempre se quedaba maravillado por lo imponente y majestuosa que se miraba. —¡La encontré! —Gritó Maija; dejó de observar la catarata para concentrarse en su prometida, ella estaba del otro lado del río. Cruzó de inmediato sobre las rocas, el agua no era profunda, pero la evitó porque de seguro estaba demasiado fría. Se unieron en un abrazo lleno de felicidad y esperanza. Tomaron la cantidad que necesitaban y las guardaron dentro de su bolso. Aunque el lugar era hermoso, tenían una misión que concretar y un largo camino. —Bajaremos por este lado, el cami
—Erik… Él estaba viendo por la ventana, no la escuchó porque su voz era muy débil y su garganta estaba reseca. Ella hizo un esfuerzo por abrir sus ojos, le pesaban, pero podía sentirlo y oler su perfume, sabía que él estaba cerca. Observó el techo y las paredes y se dio cuenta de que no estaba en la habitación que compartía con su esposo. —Erik —dijo un poco más alto, cuando logró observarlo. Él se giró de inmediato y dando grandes pasos llegó hasta ella. —¡Bella! —él se sentó a su lado tomando una de sus manos—, al fin despertaste. —Ambos sonrieron. —Agua —pidió ella, y él de inmediato le dio de tomar con mucho cuidado. Retiró el vaso cuando ella acabó. —¿Estás bien? —preguntó ella, aún preocupada. Era ella quien estaba luchando por su vida y la de su hijo; aun así, estaba preocupada por él. —Lo estoy —depositó un beso en el dorso de su mano y le sonrió. —Gracias al cielo —exclamó—, no podría vivir si algo te sucede. —¿Y crees que yo podría vivir sin ti? —Erik acunó su rostro
Último capítulo