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Capitulo 3: Varios días después

Varios días después…

La frase «Deja que te explique» era siempre un mal presagio cuando salía de boca de Brenton, y en el caso de la «operación Falsa Prometida», bien podía haber sido una maldición.

—Espere, espere. —La decimocuarta candidata de la semana se detuvo junto a mi puerta—. Deme otra oportunidad y le prometo que no volveré a mentir sobre mi pasado, señor Wolf. Se lo contaré todo sobre las drogas, ¡se lo prometo!

¡Por Dios Santo...!

Negué con la cabeza. Lo más triste era que esa no había sido la peor a la que había entrevistado.

—Vamos. —Brenton la acompañó hacia fuera—. Seguiremos en contacto.

Saqué mi teléfono y le envié un mensaje a Brenton:

"Solo voy a ver a una más hoy, Brenton. Me gustaría conservar el resto de mis neuronas. Gracias."

Le di a enviar y el teléfono de mi escritorio comenzó a sonar.

—Nicholas Wolf al habla —respondí—. Tiene dos minutos.

—Buenas tardes, señor Wolf. —Era una suave voz femenina—. Me llamo Heather McAvoy y trabajo para Carriage Firm, en Manhattan. Le llamo para preguntarle qué opina sobre la propuesta que le envié a su oficina la semana pasada.

—No recuerdo haber recibido ninguna propuesta —le respondí—. ¿Recibió un correo de confirmación?

—Sí, de la mismísima Emily.

—¿Emily Johnson? —Negué con la cabeza. No estaba seguro de cuándo había empezado todo el mundo a llamarla «la mismísima».

—Sí, esa misma.

—Espere unos segundos. —La puse en espera y llamé a mi secretaria—. ¿Puedes decirle a la señorita Johnson que venga a mi oficina, por favor?

Colgué antes de que pudiera responderme y, tras unos segundos, Emily entró en el despacho. Llevaba un vestido nuevo, uno de color beis que se ajustaba a sus curvas a la perfección. Se cruzó de brazos y frunció sus carnosos labios rosados.

¡Por Dios Santo...!

—¿Sí, señor Wolf? —preguntó—. ¿Me ha llamado para asegurarse de que no me he liberado de mis cadenas hoy?

—¿Has tenido fantasías en las que te encadenaba? —interpelé—. Hablemos sobre ello.

Ella puso los ojos en blanco.

—Ahora mismo estoy en una conferencia con uno de tus agentes inmobiliarios. ¿Qué quieres?

—Tengo a Heather McAvoy, de Carriage Firm, al teléfono. Dice que le enviaste un correo de confirmación sobre una propuesta que nunca he llegado a ver. Sé que estás intentando que te despida, pero seguro que hay una manera mejor que ocultarme las propuestas.

—No te estoy ocultando nada —replicó—. La leí y decidí que no merecía la pena que perdieras el tiempo con ella. Solo te está llamando porque le dije que tenías cosas más importantes que hacer que leer un informe que parece redactado por un adolescente. Pero, de todas formas, si quieres comprobarlo tú mismo, he dejado una copia en tu nube. ¿Necesitas algo más?

"Tu boca."

—Un café.

—Y yo también. —Caminó hacia la puerta—. Hay mucho en la cafetería de empleados de la planta de abajo.

Esperé a que cerrara la puerta con suavidad, como de costumbre, y encontré la propuesta justo donde ella había dicho que estaba. Conseguí terminar de leer las cinco primeras líneas, pero tuve que rendirme.

Le colgué a la señorita McAvoy y rápidamente me puse a escribir un correo cuyo asunto rezaba: «Si Emily dice que no, es un jodido no».

En cuanto le di a enviar, una becaria entró en mi despacho con una taza de café. Se sonrojó cuando la colocó sobre mi mesa y sonrió con timidez.

—¿Cuánto azúcar le has puesto? —le pregunté.

—Nada. —Volvió a sonrojarse—. La señorita Johnson dijo que le gustaba exactamente así.

"Seguro que lo ha dicho..."

Abrí un cajón y quité el tablero oculto para encontrarme justo con un post-it escrito a mano por Emily en lugar de mi alijo de sobres de azúcar moreno.

"Deja de ROBARME los sobres de azúcar de mi escritorio.

Gracias.

Emily

P. D: Tampoco es que me importe (porque NO ES EL CASO), pero tu médico dijo que podrías reducir el estrés si eliminabas el azúcar de un par de los cafés que te tomas al día."

Gruñí y le di un sorbo al café amargo. Comencé a escribir un mensaje a Brenton para cancelar la última entrevista que nos quedaba porque estaba tardando demasiado, pero entonces entró en mi despacho con una bonita rubia a su lado.

—Nicholas Wolf, esta es Hannah Stone. —La acompañó hasta mi mesa—. Hannah Stone, este es Nicholas Wolf.

—Es un placer conocerle al fin en persona, señor Wolf. —Sus mejillas se sonrojaron cuando me tendió la mano—. He leído sobre usted en un montón de periódicos y revistas.

—Solo la mitad de lo que se publica es cierto. —Le estreché la mano y le ofrecí un asiento mientras me preparaba mentalmente para la que esperaba que fuera la última entrevista.

—Bien, señorita Stone. —Brenton se aclaró la garganta—. Nos queda poco tiempo hoy, así que nos saltaremos la cháchara y pasaremos directamente a la parte improvisada. Voy a hacerle algunas preguntas sobre los documentos que le pedí que estudiara y sobre lo que ha leído del señor Wolf y fingiremos que estamos grabando un documental y que es usted su esposa, ¿de acuerdo?

—De acuerdo. —Pestañeó varias veces en mi dirección—. Estoy preparada para actuar como la señora Wolf. Me van a pagar por esto, ¿verdad?

—Le pagaremos si consigue el trabajo.

—Espere, ¿qué? —Parecía confusa—. Yo no hago entrevistas de trabajo gratis...

"¿Pero qué coño?"

Le lancé una mirada a Brenton, pero él me ignoró.

—Señorita Stone, estaremos encantados de compensarla por su tiempo al final de la entrevista.

—¿Me pagarán también el tique del aparcamiento? —preguntó—. He aparcado en la plaza NAW del aparcamiento privado.

—¿«La plaza NAW»? —preguntó Brenton confundido.

—Sí, en la plaza había escritas las letras «NAW», y debajo de ellas ponía «Director General», pero supuse que era una broma de los empleados, porque el señor Wolf es el Director General, y no quien quiera que sea ese NAW, ¿verdad?

Ambos nos quedamos mirándola perplejos.

—Señorita Stone —dijo finalmente Brenton—, esas tres iniciales, N.A.W., son, de hecho, las del señor Wolf. Se escribieron así para abreviar.

—Bueno, ¿y por qué iba a llamarse NAW? —resopló—. Que sepan que «señor Wolf» suena muchísimo mejor.

—¿Podemos acabar con esto de una vez? —pedí antes de beberme el resto del café. Sentía que ya había perdido dos de mis neuronas durante esa conversación, y no iba a aguantar durante mucho más tiempo.

—Hecho. —Brenton sacó su libreta de notas y suspiró—. Señorita Stone, ¿cuál es el color favorito de su esposo?

—El amarillo. —Me guiñó un ojo—. Pero según The Business Journal, a veces es el verde.

"Siempre es el naranja."

—¿Cómo le gusta el café?

—Con mucha nata, al menos con cinco cápsulas. Ah, y siempre quiere doble de caramelo.

"Soy alérgico al caramelo..."

—¿Su película favorita?

—Está entre Titanic y El diario de Noah. —Sonrió—. Las vemos juntos todo el tiempo. A veces llora al final.

"Nunca he llorado con una maldita película."

—¿Puede decirme su libro favorito?

—No, pero puedo decirle el mío. Es Cosmo.

"Eso no es un libro..."

—Vale, bien. —Brenton meneó la cabeza y cerró la carpeta del cuestionario—. Señorita Stone, ¿por casualidad ha leído alguno de los documentos que le envié la semana pasada relacionados con las preguntas de hoy?

—Empecé a hacerlo, pero me los envió el sábado. El sábado me lo reservo como día propio.

—¿Y qué hay del resto de los días? Ha tenido otros seis esta semana para prepararse.

—La verdad es que no —se mofó—. De domingo a viernes son los días que tengo para prepararme para mi día propio.

Tosí varias veces con fuerza. Era la señal que Brenton necesitó para terminar con esa m****a antes de que lo hiciera yo mismo.

—Una última cosa, señorita Stone. —Se puso de pie—. Llamé a Harvard para comprobar que había sido alumna suya y no pudieron encontrar su historial. ¿Asistió con un nombre distinto?

—¿Qué? —Parecía desconcertada—. Nunca he dicho que haya ido a Harvard.

—Lo puso aquí —le contestó él, señalando a su solicitud—. Pone Harvard justo al lado de la palabra «universidad».

—Ah. —Se encogió de hombros—. Lo escribí solo porque supuse que el señor Wolf preferiría a una mujer que hubiera estado en la Ivy League.

—Eso es verdad. —Brenton jugó con su bolígrafo—. ¿Y a qué universidad asistió en realidad?

—Bueno, solicité un montón de universidades. Ninguna de ellas me aceptó, así que técnicamente no es culpa mía que no tenga la respuesta correcta para esa pregunta, ¿no? Lo intenté.

A Brenton se le desencajó la mandíbula.

—Ha sido interesante conocerla. —Me levanté y le tendí la mano—. Seguiremos en contacto.

—¡Ah, genial! ¡Qué divertido ha sido! —Sonrió y me estrechó la mano. Entonces miró a Brenton—. Decía en serio lo de que me pagaran por la entrevista. Mi tiempo no es gratis.

—Vaya a la quinta planta y diga que la envía Brenton. Ellos se ocuparán.

—Vale. —Se colgó el bolso al hombro y me guiñó un ojo mientras caminaba hacia la puerta—. Mantendré el volumen de mi teléfono al máximo para no perderme la llamada. ¿Cuándo tomarán su decisión final?

Ninguno de los dos dijo nada. Y por fortuna ella tampoco esperó a que lo hiciéramos.

—Jesús... —Brenton se desplomó en el sofá—. Creía que no podía ser peor.

—Los dos lo creíamos.

—¿Sabes qué? —Suspiró—. Voy a encontrar otra manera de cerrar el trato. Te enviaré algunas opciones esta noche. No creo que pueda sentarme a repetir nada de esto otra vez.

—Pienso lo mismo que tú. ¿Cómo vamos con la adquisición de Smith & Claxton?

—Ya casi está —respondió—. La última vez que lo comprobé, Emily había enviado los contratos a tres equipos jurídicos distintos para que los revisaran.

—¿Y la cuenta Barron?

—Asegurada desde esta mañana, y los papeles estarán listos para que los firmes mañana por la tarde.

Antes de que pudiera preguntarle por algún otro acuerdo que quisiéramos alcanzar, alguien llamó a la puerta.

—Adelante —ordené.

La puerta se abrió y Emily entró en el despacho cargada con una pila de contratos recién impresos.

—Los contratos de Smith & Claxton están bien definidos y son vinculantes —dijo mientras colocaba los papeles sobre mi mesa—. He subrayado algunos términos cuestionables que quizá quiera ajustar durante la última ronda de negociaciones, pero no son muy relevantes. —Sonrió—. Ya he llamado a The Four Seasons, ya que va a alojarse allí esta noche para terminar el asunto de Hayward, y el director me ha asegurado que no habrá ni caramelos ni azúcar en las bandejas de café. Tendrá tres trajes para elegir esperándole en el armario, aunque le recomiendo encarecidamente que elija el Armani de color negro y gris, porque es el que más destaca con la iluminación del vestíbulo.

—Me dijo que odiaba ese traje.

—No, dije que odiaba lo que se había gastado en ese traje. —Le quitó la capucha a un bolígrafo y me lo tendió—. Una de las becarias vendrá en una hora para recoger los documentos de Voss, así que para entonces tendrá que haber firmado las sesenta hojas correspondientes.

—¿Por qué se marcha temprano otra vez?

—Porque mi maravilloso jefe ha utilizado su tarjeta de crédito sin saberlo para invitarme a una sesión de spa por mi aniversario, y creo que voy a llevarme a mi novio.

—¿Desde cuándo sale con alguien? —Apreté la mandíbula.

—Teniendo en cuenta que nunca tengo tiempo, desde nunca. —Suspiró—. Voy con mi hermana. ¿Está celoso?

"Demasiado."

—Bueno, ¿y por qué no ha reservado su sesión para el fin de semana y no durante las horas en las que sí le pago? —Juro que era la única mujer que podía excitarme tan solo con su maldito sarcasmo—. Le dije que necesitaba que me ayudara a preparar mi reunión de las cuatro.

—Y yo le dije que había puesto unos post-its muy útiles en los documentos. —Se cruzó de brazos—. ¿Alguna otra pregunta innecesaria antes de que me vaya?

—Yo tengo algunas. —Brenton se echó hacia delante en su silla—. Sígame la corriente un momento, Emily. ¿Cuál es el color favorito de Nicholas?

—El naranja. Aunque miente en todas las entrevistas y dice que es verde porque de alguna manera cree que lo hace parecer más inteligente. —Me miró con los ojos entrecerrados—. Pero no es verdad.

—¿Cómo toma el café?

—Con dos cucharadas de azúcar si nadie mira. —Se encogió de hombros—. Sin nada, si alguien lo está mirando.

—¿Su película favorita?

—El Padrino.

—¿Primera, segunda o tercera parte?

—Creo que las ha visto tantas veces que ya ni distingue cuál es cuál. —Se dirigió hacia la puerta—. ¿Alguna otra pregunta insignificante más?

—La última, solo por diversión. ¿Cuál es su libro favorito?

—El guardián entre el centeno. —Abrió la puerta y salió al pasillo—. Oficialmente, me marcho. Adiós.

La puerta se cerró y Brenton me miró, sonriendo.

—Retiro lo que he dicho sobre enviarte otras opciones. Creo que acabamos de encontrar a tu falsa prometida.

"Y una m****a..."

Continuará

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