DÍA TREINTA
A la mañana siguiente, cogí el ascensor hasta la última planta de Wolf Industries, esperando que Nicholas propusiera que nos acostásemos en su oficina para compensar el tiempo perdido.
Coloqué mi tarjeta de acceso sobre su teclado de seguridad, abrí la puerta y lo vi sentado ante su mesa de despacho. Tenía un bolígrafo en la mano y estaba leyendo un montón de documentos.
—Hola, Nicholas —le dije, sonriendo—. Ya estoy aquí.
—Ya lo veo, señorita Johnson.
—¿«Señorita Johnson»?
—Se llama así, ¿no? —Levantó la mirada y me observó, inexpresivo—. ¿Le importaría firmar la ejecución del contrato para confirmar que hemos cumplido con el plazo de treinta días y para que podamos comenzar con el proceso del pago por sus servicios?
Le cogí el boli de la mano, confundida, y firmé.
—Supongo que entonces he de decir que ya he cumplido con mi parte del trato. —Sonreí—. Gracias por acceder a esta escandalosa compensación financiera y por contratarme cuando tenía prácticamente ningun