—¿Otra vez hiciste magia negra? —Raina lo miró como si fuera un brujo.

Iván visitaba mucho este lugar, y también era su hacker. No era raro verlo influenciar a los ancianos para que se sintieran bien, pero siempre lo hacía con buenas intenciones.

Hizo una seña con el dedo hacia Raina, pero ella lo ignoró por completo, con una actitud de “me da igual”. Él se acercó más a ella.

—Porque le dije que le presentaría una esposa —dijo Iván.

Raina se quedó callada.

—He descubierto que el amor de verdad no tiene edad. A los ochenta años, el corazón aún late —comentó Iván, haciendo que Raina pensara en un video viral de una anciana que llevaba más de veinte años yendo de fiesta y que se había enamorado de muchos hombres.

Pensó en todos esos ancianos que, aunque pudieran tener deseos, ya no tendrían la energía para hacerlos realidad. Y entonces, como si sus pensamientos se escaparan sin querer, Raina dijo:

—A los ochenta, lo único que puedes mover es el corazón.

Iván se acercó aún más.

—Por eso, a