Capítulo 80 Su carro recibió un golpe por detrás.
—Raina, solo puedo a buscarte a ti, ¡ayúdame! —Ana empezó a llorar, llena de desesperación—. Siempre te he visto como a una hija.
El chantaje emocional no funciona para nada con la generación de Raina. Ella se frotó la frente, que le empezaba a doler.
—Señora Leclair, no es que no quiera ayudarla, pero ahora no tenemos ninguna relación, además, no tengo por qué meterme en sus asuntos. Si Marta le está haciendo daño, lo mejor sería denunciarla a la policía. Si no puede, yo puedo ayudarle a hacerlo.
Al oír esto, Ana se quedó callada, y Raina entendió que seguramente tenía alguna intención oculta pidiendo su ayuda de esa manera.
Ya no le quedaban dudas, no podían seguir viéndola como tonta.
—Señora Leclair, tengo cosas que hacer —dijo Raina, y colgó la llamada.
El sol ya se había escondido, y la casa había quedado a oscuras. El teléfono de Raina vibró, era un mensaje de Brooks Poirier.
“Saca tiempo para venir a verme, necesitamos hablar”.
Raina no respondió. Se quedó ahí, en la oscuridad.