La situación se puso incómoda.
—¿Tan grande y todavía te gusta chuparte los dedos? —bromeó Iván, tratando de quitarle lo tenso al momento.
Raina, ya acalorada por el picante, se sonrojó al instante.
Una capa fina de sudor le apareció en la punta de la nariz, brillando bajo la luz del restaurante.
—No es eso… es para saborear la salsa, es lo mejor de la pasta. —Se defendió, aunque también era cierto.
El mejor momento de comer pasta era sentir el spaghetti al dente en la boca, pero lo más rico era saborear esa salsa salada.
Iván la miraba, todavía seguía con sus bromas.
—Te estabas chupando los dedos y ya, no le des más vueltas.
Con eso, ¿cómo podía ella seguir comiendo?
Mejor dejarlo.
Soltó el tenedor y justo lo dejó a un lado cuando Iván tomó otro y empezó a comer spaghetti.
Luego, alargando el brazo, se lo acercó a la boca de Raina. Ella lo miró con los ojos bien abiertos, sorprendida, mientras él enrollaba spaghetti y, al mismo tiempo, suspiraba con algo de resignación.
—Dicen que l