La mirada de Raina se fijó en la cara de Iván: tan definida que, si la belleza tuviera una definición exacta, sería esa.
Con esa presencia imponente y el poder de su familia, podía tener a la mujer que quisiera, sin embargo, por una simple frase, se había casado con ella. Desde la primera vez que lo vio el día anterior, ya había tenido la duda. Ahora, por fin, tenía una respuesta. Pero Raina no confiaba en una sola versión. Tampoco quería suposiciones.
Apenas salieron del edificio del Grupo Silva, le preguntó directamente:
—¿Qué pasa con Celia ahora?
La expresión serena de Iván no mostró la menor sorpresa.
—¿Ya te lo contó?
Raina se detuvo, sintiendo el viento frío de primavera.
—Ahora quiero escucharlo de ti.
El viento alborotó el cabello de Raina, y también la seda de su pañuelo. Después de habérselo quitado frente a Noel, se lo había amarrado sin el nudo perfecto que llevaba antes de visitar a su abuela.
Iván alzó la mano y la puso sobre el pañuelo. Ella no se apartó.
Hace un rat