Raina aguantó la respiración y no le respondió. La llamada se cortó sola, pero al instante volvió a sonar: esta vez era Felipe Navas, el secretario de Noel.
Después de dudar un momento, Raina se apartó para contestar.
—Navas… en la hoja de traspaso ya había anotado todo… ¿están seguros de que no lo encuentran? Bueno, entonces regreso para revisarlo.
Cuando colgó, alzó la mirada y se encontró con Iván. Él agarraba una carta de la mesa, mientras los ancianos de la Clínica de Reposo seguían jugando como si nada.
¿Eso estaba dentro de las reglas?
Recordando el tono urgente de Felipe, Raina explicó:
—Herrera, tengo que regresar a la empresa.
La mirada seria de Iván, con un toque de ironía, se clavó en ella.
—¿Tan rápido encontraste un reemplazo?
Raina no contestó.
Ella había renunciado, él lo sabía. Era una pregunta normal, aunque en su tono había algo raro. Pero como él era tan impredecible, Raina prefirió no darle importancia.
—No es eso. Es que en la empresa anterior hubo un problema con