—¿No estás contenta?
La breve distracción de Raina fue captada al instante por Iván.
Ella pensó en qué responder, mirando a ese hombre extraño y familiar a la vez. Su porte innato irradiaba nobleza. A su lado, cualquiera parecía insuficiente.
Y, sin embargo, por error y casualidad, ella estaba ahí, de pie junto a él. No era raro que Fiona la mirara por encima del hombro; incluso ella sentía que esto era demasiado absurdo.
Aunque, por suerte, todo esto no era real.
Ella apartó la mirada y respiró hondo.
—No, no estoy triste. Además, lo que tenemos no es verdadero. Lo que piense tu hermana no me importa.
Aunque un sentimiento intenso pareció aparecer en los ojos de Iván, él solo dijo:
—Vamos, si no, llegaremos tarde.
La ceremonia no fue complicada. Iván no le soltó la mano ni un segundo. Era su manera de darle seguridad. Al fin y al cabo, para Raina, todo lo que ocurría ese día, incluidos los invitados, le era ajeno, salvo por su abuela.
—Raina se ve tan bonita… Raina será muy feliz… —No