Inicio / Romance / Nobleza XXI / Capítulo 7: Más problemas
Capítulo 7: Más problemas

A medida que el invierno pierde su agarre sobre la tierra, el aire se llena de un suave cálido y revitalizador. Los árboles comienzan a despertar de su letargo invernal, y las flores emergen tímidamente de la tierra, estallando en una exuberante paleta de colores. La primavera se establece, tiñendo el paisaje con tonos vibrantes y frescos, y creando una atmósfera de renovación y esperanza.

Los días fluían como un río constante, llevando consigo la secuencia ininterrumpida del tiempo. El sol se alzaba en el horizonte, derramando su cálida luz sobre el mundo, anunciando el inicio de una nueva jornada. Los primeros rayos de luz se colaban por las cortinas, despertando a la vida a medida que se filtraban en las habitaciones.

La rutina diaria se desplegaba en cada rincón, con la gente saliendo de sus hogares y sumergiéndose en el bullicio de la vida cotidiana. Las calles se llenaban de pasos apresurados, vehículos en movimiento y el murmullo constante de voces. La ciudad cobraba vida con su energía vibrante, reflejando la diversidad y la multiplicidad de historias que se entrelazaban en cada esquina mientras eran abrazadas por la brisa otoñal.

Benjamín copiaba enérgicamente los ejercicios que les dejó la profesora de matemáticas. Cuando terminó, la profesora Raquel Valencia, les dedicó unas suaves palabras de consejos para realizar los ejercicios y se despidió prontamente en cuanto la campana sonó. Benjamín se puso de pie y tomó los papeles de Edgar que todavía no había entregado.

—Benjie, vamos a la cafetería, ¿vienes? —preguntó Lucien a la vez que sacaba su celular—. Tengo hambre…

—Debo entregar estos papeles —se excusó—. Tráeme un sándwich de jamón crudo —pidió, viendo como el conde asentía suavemente.

Erika se apareció de repente, abrazándolo con fuerza, logrando que se sorprendiera. Benjamín la miró y ella sonrió, pero luego miró en todas direcciones.

—¿Y el nuevo? —inquirió la pelinegra, un poco confundida—. No lo vi durante toda la clase —agregó y observó a sus amigos, quienes asintieron.

—Es verdad… —masculló el castaño y sonrió—. Es una buena excusa para hacerle un llamado de atención. Mi padre no pudo hacer nada porque ya lo aceptó, así que, Edgar puede mantenerse con esta actitud y atraer su expulsión —explicó mientras levantaba rostro con orgullo.

Lucien empezó a reír fuertemente y palmeó la espalda de su amigo.

—Y agrégale otro porque no me gusta —bromeó, o tal vez no, el conde. Erika negó mientras se cruzaba de brazos. Benjamín río y salió despidiéndose con la mano levantada.

El príncipe se dirigía por las amplias escaleras del Gold and Silver Crowns, con el murmullo de los estudiantes y el eco de sus pasos resonando a su alrededor. Mientras ascendía, notó una figura en la penumbra que captó su atención. Sus pasos se hicieron más cautelosos, y avanzó con curiosidad hacia el lugar donde la luz tenue dibujaba sombras en el pasillo.

Y allí, en las escaleras, sus ojos se encontraron con una escena que lo dejó sin aliento. Edgar, el hijo del rival de su padre, estaba abrazando a Linda, la hija del director del colegio. Sus labios se encontraban en un apasionado beso, como si el mundo se hubiera detenido a su alrededor.

El sonido que hicieron los papeles al caerse sorprendió a los dos jóvenes apasionados. Sus miradas se dirigieron al castaño, quien aún no podía decir nada de la impresión. Linda se sonrojó de la vergüenza y Edgar se mantuvo quieto por un tiempo.

El aire parecía espesarse en ese momento, mientras el peso del descubrimiento caía sobre los tres. Un silencio incómodo llenó el espacio entre ellos, interrumpido únicamente por la pesada respiración de los involucrados. Hasta que unas voces y pisadas, los alertaron.

El director se mostró junto a la secretaria, Ximena. Ella también abrió sus ojos de par en par al ver la escena frente a sus ojos. William, el director, no podía estar más estupefacto, su rostro había perdido color al ver a su hija con el uniforme desacomodado, y a Edgar de la misma forma. Luego, su vista se dirigió al castaño que también lo miró con nerviosismo.

—¡Los tres a mi oficina! —ordenó William de un solo grito, provocando que los aludidos se tensaran.

Benjamín asintió y se agachó para recoger los papeles que había dejado caer, y corrió detrás de Linda y Edgar, quienes estaban arreglando su uniforme. Soltó un suspiro. No creyó que el director usaría esas escaleras, después de todo, se manejaba en el ascensor o por la escalera principal.

Subieron hasta la oficina. La puerta oscura se abrió y todos ingresaron sin decir nada. El director se sentó y Ximena se marchó luego de cerrar la puerta de la oficina. Linda empezó a temblar y Edgar se mantuvo en silencio sin mostrar nada más que una expresión seria y algo preocupada.

—¿Qué es lo que pasó allí abajo? —cuestionó William y atisbó a los ojos oscuros de Edgar y luego a los de su hija, pero ninguno de los dos quiso responder. El castaño frunció el ceño por haberse quedado atrapado en esa estúpida situación, ni siquiera era amigo de ese par. Quería irse de una buena vez por todas—. ¿Tienes algo que decir, Fox?

—No, yo solo necesitaba dejar estos papeles, pero mientras subía me topé con Edgar y Linda en la escalera —dijo Benjamín y dejó los documentos sobre el escritorio del director. Cuando elevó su vista, se encontró con los ojos verdes de Linda, mirándolo con molestia y enojo. Edgar, en cambio, seguía sin prestar mucha atención.

—Puedes retirarte. —El príncipe no esperó más y salió con rapidez. Bajó las escaleras a trompicones y llegó hasta el salón, donde sus amigos lo esperaban.

Ellos conversaban tranquilamente, pero se callaron de golpe al ver que el castaño se acercaba, agitado y con una expresión extraña.

—¿Qué te pasa? —inquirió Lucien al verlo en ese estado. Erika se puso de pie y le pasó al castaño una botella de agua. Benjamín bebió con torpeza y casi se ahogó, pero se recuperó con rapidez.

—Vi a… —murmuró Benjie y tosió—. Vi a Linda y Edgar besándose en las escaleras. —Sus amigos soltaron una enorme exclamación de sorpresa—. Pero eso no es lo peor, quiero decir, ¡el director los encontró! —agregó en un grito apagado.

—¡¿Qué?! —soltaron al unísono sus amigos. Erika fue la primera en reaccionar.

—A este paso solo conseguirá que lo expulsen… —musitó la marquesa y Benjie asintió con una expresión más relajada. Lucien sonrió sin razón aparente.

—Como sea, no es nuestro problema —dijo Lucien y abrazó a Benjamín por el cuello—. Vámonos, se nos hará tarde para ayudar a Erika.

—¡Cierto, la fiesta es mañana! —exclamó Benjamín y Erika empezó a reír exageradamente.

Los tres corrieron hacia la camioneta de la familia Fox y subieron entre risas. El chofer puso en marcha el automóvil y emprendieron camino. 

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
capítulo anteriorcapítulo siguiente
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP