Lo que sentimos (3era. Parte)
El mismo día
Islas Maldivas
Cristal
Necesitaba una maldita señal de que podíamos escapar, pero en su lugar David quería jugar al héroe, como si eso pudiera devolverme la paz, como si con eso bastara para salvarnos. El tonto no escuchaba razones, al punto de proponerme huir sin él.
Me quedé en la habitación con el corazón en vilo, sabiendo que no podía permitir que el miedo me paralizara. Busqué el arma en el armario con manos temblorosas, revisé que tuviera balas, agarré el bolso y esperé con el oído pegado a la puerta, el arma entre mis dedos fríos. No sé cuántos minutos pasaron hasta que por fin respiré al escuchar la voz tranquila de David anunciando que era Ronald el intruso.
—Amor, es Ronald, puedes bajar el arma —pidió desde el pasillo.
Abrí la puerta despacio, solo para confirmar que no fuera un engaño. Y ahí estaba: Ronald, herido, la sangre empapándole la manga y goteando por el brazo.
Al final, su presencia no trajo paz ni alivio, sino un nuevo dilema con sus propuestas de es