El mismo día
Isla Maldivas
David
Me sentí como un delincuente atrapado en la escena del crimen cuando vi a Cristal en el pasillo. En otro momento de mi vida poco me habría importado su curiosidad, pero nada era tan simple ahora. No quería mentirle, tampoco asustarla, y ni siquiera tenía claro qué había escuchado de mi charla con Ronald. Agregarle más tensión a nuestra relación era un error.
Sí, lo admito: tenía miedo a su abandono, a perderla. Porque con ella no había reglas, mucho menos compromisos más allá de la mentira de nuestro matrimonio.
Y aun así fui sincero sin contarle toda la verdad. Pero se puso en plan de detective, interrogándome. Menos mal que Ronald se presentó, aplacando un poco su curiosidad. Aunque, después de marcharse, Cristal seguía presionándome como una esposa olfateando que había algo más detrás de la presencia de mi “amigo”.
Al final, el silencio nos ganó. Yo seguía con la cabeza dando vueltas: el cabrón de mi padre, el viaje que proponía Ronald, todo mezclad