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—¡Recoge tus malditas cosas!—grité al mirar su camisa en el piso.

Enojado por mis gritos se regreso, tomó la camisa y se encerró en el armario.

Bufé, es un jodido desordenado.

Volví a la cama dónde yacían un montón de cosas para bebés tiradas. Habían pasado dos meses, desde que supe que tendría una niña, hace una semana entré en séptimo mes.

Amelie me había dicho que ya era momento para arreglar el bolso que vendría conmigo el día del parto, por ello había decidido preparar el bolso hoy.

Damián acababa de llegar de la empresa y como siempre que lo hacía, estaba enojado, cansado, pero eso no le daba ningún motivo para tirar su ropa en el piso y esperar que viniera yo o otra persona y levantarla.

Él no es ningún niño pequeño.

Me senté en la cama con las piernas cruzadas y empecé a doblar las pequeñas pijamas rosa antes de meterlas dentro del bolso del mismo color.

Mi vientre estaba mucho más grande, pero no era nada exagerado, simplemente un abultado vientre de embarazada. Nuestra peque
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