Sólo pasarón un par de segundos para que reaccionara tal y como sabía que lo haría. Sin quitar la vista de mis ojos, mi amigo empezó a abrirse paso entre sus compañeros que se abrazaban y felicitaban los unos con los otros.
Me levanté de mi sitió y empecé a caminar hacia él, unas fuertes ganas de abrazarlo, de sentirlo nuevamente cerca, me invadieron completamente, y de la nada sentí mis ojos empezar a arder, pero hice todo lo posible por no derramar ni una sola lágrima.
Lo veía venir hacia mí, mientras yo avanzaba hacia él. Con cada paso que daba mí corazón latía más fuerte, la multitud de personas a nuestro al rededor parecía desaparecer y el bullicio que provocaban también. Y por un momento sólo fuí consciente de lo poco que faltaba para volver a estrecharlo en mis brazos, de los centímetros demás que tenía desde la última vez que lo ví. Fuí consciente de lo hermoso que seguía siendo, de que parecía ser el mismo Camerón que había visto hace casi nueve meses, pero al mismo tiempo se