El viernes tarde por la mañana, Rowan despertó un día más sin Aria. La joven se estaba quedando con su hermana, nunca habían estado separados en los diez años de noviazgo por una discusión, y eso lo angustiaba, aunque no dejaría que lo quebrara.

La luz del sol se filtraba por las persianas americanas, dibujando líneas sobre el rostro adormilado y tomó el móvil para preparar algo especial que quería compartir con Aria. Un fin de semana solos apartados de todo, solo él y ella. Luego de hacer las reservas pertinentes, y mientras desayunaba decidió llamarla para darle la buena noticia.

Se sentó en el sofá de la sala con una taza de café humeante en una mano y en la otra el móvil llamando.

—Buenos días —saludó tras atendieran el teléfono—. ¿Aún no me perdonas?

—Hola Rowan &mdash