El Blue Heaven parecía contener la respiración. La noche avanzaba con lentitud, y cada sonido, cada roce de bandeja, cada susurro, parecía amplificado, casi insoportable para Aria.

La música de fondo, normalmente cálida y acogedora, parecía apagarse ante la presión que crecía en cada rincón del bar. Los clientes miraban de un lado a otro, con el ceño fruncido, confundidos por la tensión que flotaba en el aire. Cada palabra que decía el personal, cada suspiro, cada movimiento de silla parecía resonar como un tambor de alerta.

Aria pasaba su mirada de mesa en mesa, bajando la mirada cuando debía cobrar, con el corazón latiendo a mil por hora. Cada error del personal la desgastaba más: un plato mal servido, una orden olvidada, un comentario murmurante a su espalda.

Oliver salió de la cocina con un plato y l