No me casare contigo: Enamorarme de mi Ex renacida
No me casare contigo: Enamorarme de mi Ex renacida
Por: Anck Yurim
Capítulo 1 Divorcio

~Pov de Alisha~

El fin de nuestro matrimonio ya no era mi decisión. No estaba dispuesta a soportar ni una humillación más, esas que me habían asfixiado durante tres interminables años.

Con la mano temblorosa, conteniendo a duras penas las lágrimas que pugnaban por escapar, firmé el documento que yacía sobre su escritorio.

Tomé una gran bocanada de aire, una última antes de la libertad, y me dispuse a abandonar su oficina. Pero justo cuando mis dedos rozaban la fría perilla de la puerta, su voz grave, gélida, me detuvo.

—Alisha Müller.

Girando la cabeza apenas un centímetro, le respondí con una frialdad que me sorprendió a mí misma.

—Disculpa, ya no soy Müller.

Salí de allí con una urgencia desesperada, sentía que me asfixiaba. Con el poco aire que me quedaba en los pulmones, me detuve en la acera y abordé el primer taxi que vi, indicándole el camino a Währing. Necesitaba escapar.

Eran aproximadamente las nueve de la noche cuando llegué a la imponente mansión Müller, el lugar que había sido mi prisión dorada durante los últimos tres años.

Viví allí un matrimonio por contrato, un pacto unilateral de amor de mi parte, una absurda esperanza de que él algún día llegaría a amarme.

«Qué equivocada estuve»

Descendí del taxi con una prisa febril, justo cuando un gran estruendo anunció la inminente tormenta. Entré a la mansión, olvidando por completo decirle al taxista que esperara. Un error monumental, pero mi única meta era salir de allí cuanto antes, evitar encontrarme de nuevo con él.

Ingresé a la que fue "nuestra" habitación y no pude evitar que las lágrimas, esas traicioneras gotas saladas, se deslizaran por mi rostro.

«Ali, no vale la pena, ya no más»

Me reproché a mí misma con la voz temblorosa, mientras me apresuraba a secar las lágrimas y a tomar mi maleta. Tenía que irme.

Un silencio sepulcral envolvía toda la mansión, un peso opresivo que me agobiaba. Recorrí con la mirada lo que había sido mi hogar durante esos años vacíos, antes de dejar las llaves sobre la repisa de la entrada. Al salir, la cruda realidad me golpeó: el taxi ya no estaba.

—¡Mierda! —exclamé, frustrada.

Tendría que caminar un par de kilómetros para conseguir otro. Para colmo de mis desgracias, mi celular estaba sin batería.

Comencé mi camino y, al instante, sentí las primeras gotas de lluvia golpear mi rostro. No pude evitar reírme, una risa amarga, de lo ingenua que había sido todo este tiempo.

Ese hombre nunca mostró un ápice de afecto, y siempre, siempre, colocó a esa otra mujer por encima de mí, a pesar de que yo era su esposa.

«¿O eso había sido solo un título?»

Un mero nombre en un papel que llevé por un amor que solo existió en mi corazón y por una deuda de gratitud. Nunca fui su amante de verdad, solo una firma que nos mantuvo atados durante los últimos tres años. Allí estaba yo, una joven de veinticinco años, con un divorcio amargo como preámbulo de mi futuro.

«Qué miserable debo verme, y qué felices deben estar ellos» medité, suspirando mientras arrastraba mi maleta por las aceras de la gran villa. La lluvia arreciaba.

Finalmente, logré llegar a la avenida principal, empapada hasta los huesos y totalmente desaliñada. A lo lejos, visualicé las luces de un auto. Inmediatamente, agité el brazo con desesperación, rogando que se detuviera.

De repente, sentí en mi espalda unas grandes manos que me empujaron con una fuerza brutal hacia la carretera.

«¿Qué estaba pasando?»

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