Capítulo 2 Mi muerte y regreso

~Pov de Alisha~

El impacto del auto fue como una bofetada helada, un golpe contundente que me arrancó de la realidad y me arrojó sin piedad contra el asfalto. Caí boca abajo, el aire escapando de mis pulmones en un gemido ahogado. La risa que resonó después, fuerte y cruel, me pareció un eco maligno en medio del silencio del shock. Una figura emergió del vehículo, y mi mente, aturdida y desorientada, apenas pudo registrar que se trataba de alguien.

Ahí, tendida en la acera fría y sin fuerzas para reaccionar, solo podía pensar en la impotencia que me consumía. No quería cerrar los ojos. ¿Iba a morir? El arrepentimiento me invadió con una fuerza abrumadora. Mi vida, un fiasco total. Me había entregado por completo a la persona que más amé, solo para ser desechada por otra. En lo más profundo de mi ser, en ese instante de desesperación, supliqué por una segunda oportunidad.

[Recuerdo]

Hace más de tres años, en una noche que marcaría mi destino, conocí al hombre que, sin saberlo, se convertiría en mi perdición. Me enamoré de él tan ciegamente que mi dignidad se desvaneció, pieza a pieza, en el altar de su encanto.

En aquel entonces, mi rutina era sencilla: trabajaba de noche en un bar en Neubau y estudiaba Química Cosmética en la universidad de Viena. Eran las vacaciones de Navidad, así que el bar estaba a reventar, sobre todo con turistas.

Era una noche gélida y me tocaba cubrir la barra. Pasadas las once, un hombre de gran estatura y porte imponente cruzó el umbral. Su rostro, de facciones perfectas y prolijas, estaba enmarcado por cabellos rubios que parecían irradiar una luz propia. Tenía un aura tan cautivadora que me quedé sin aliento. Se sentó en un taburete de la barra y sus ojos se encontraron con los míos. Me perdí en su mirada, en la fascinante heterocromía que hacía que un ojo fuera de un verde esmeralda profundo y el otro de un azul tan claro como el cielo de invierno.

—Dame un whisky doble, sin hielo —ordenó con una voz grave y segura.

Me quedé mirándolo fijamente, tan embelesada que no procesé su pedido. Levantó una ceja, y una sonrisa ladeada, casi imperceptible, se dibujó en sus labios. Nuestras miradas se encontraron de nuevo, y al ver mi desconcierto, frunció el ceño.

—¿Oye, no escuchaste? Un whisky…

Salí de mi trance, mis manos se movieron mecánicamente. Tomé una copa, la llené con la bebida dorada y la deslicé con agilidad por la barra.

—Claro, un whisky doble, sin hielo. ¡Sale su orden! —anuncié con una sonrisa que intentaba disimular mi bochorno.

Tomó el vaso con un gesto de hastío y se lo bebió de un solo trago. Su voz, ahora teñida de una melancolía que a punto estuvo de romperse, clamó por otro.

—¡Otro!

No quise indagar, así que le serví otro trago. Al dejar la copa frente a él, me atreví a ofrecer:

—Si quieres, este va por cuenta de la casa. —Mientras lo decía, le guiñé un ojo.

Aquel gesto pareció divertirle. Una carcajada contenida escapó de sus labios mientras sus ojos helados se posaban sobre mí.

—¿Sabes qué? Mejor dame la botella completa.

Mis ojos se abrieron de par en par, pero accedí sin titubear. Al final, él era el cliente.

Pasó el tiempo, y el hombre siguió en la barra, bebiendo toda la botella de whisky. Lo observaba de reojo cuando mi compañero se me acercó, un brillo de emoción en los ojos.

—Alisha, ¿sabes quién es ese hombre? —me susurró.

Negué con la cabeza, y él, sin poder contener su euforia, continuó:

—¡Es Damien Müller, el gran heredero del conglomerado MNKJ y de los laboratorios farmacéuticos más grandes del país!

Puse los ojos en blanco, suspirando con hastío.

—Esta noche solo es un cliente. No seas tan imprudente. —le advertí.

[Fin del recuerdo]

«¿Esto era lo que iba a recordar antes de morir?»

El momento más ingenuo de mi vida. Era increíble. El cansancio, la oscuridad y el dolor se apoderaron de mí. Cedí ante la inminente rendición de mi cuerpo, cerrando los ojos. Los últimos destellos de mi conciencia apenas distinguieron a varias figuras que habían descendido del auto y ahora, de pie frente a mí, parecían presenciar mi muerte.

~Un momento después…

Abrí los ojos, asombrada. El ruido de la calle era ensordecedor y la luz del día me cegaba. Los rayos del sol caían con fuerza sobre mi rostro. Un pensamiento fugaz cruzó mi mente.

«¿Estaré en el cielo?»

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