Capítulo 48

La Cuenta Bancaria

El reloj marcaba las diez de la mañana cuando Damian cerró de golpe la pantalla del computador. El temblor en su mano no era solo frustración: era miedo. Había revisado tres veces el portal bancario, actualizado los datos, incluso llamado al banco con la voz más calmada que pudo fingir al agente que llevaba la cuenta de Serena y los conocía a ambos. Pero el resultado era el mismo: saldo cero.

El dinero del fideicomiso -esa mensualidad que siempre llegaba puntual el primer día de cada mes según lo dispuesto por el testamento de los padres de Serena- no estaba.

Ni un depósito. Ni un aviso. Nada.

“Debe ser un error”, pensó, aunque la idea se desmoronaba con cada segundo que pasaba.

Cuando intentó transferir desde la cuenta para probar, el sistema arrojó un mensaje aún peor:

“Cuenta en revisión. Contacte a su administrador.”

Damian se echó hacia atrás en el asiento, con el ceño fruncid

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