Un Moretti Eficiente
El reloj marcaba la medianoche cuando Rafaele empujó con suavidad la puerta del despacho privado de Dante, en el ala este, adosado a sus habitaciones. El hombre entró despacio, con las manos a la espalda y una sonrisa boba que lo delataba.
Dante, inclinado sobre un montón de documentos, no levantó la vista. Con voz grave, casi divertida, soltó:
- Sé que escuchaste tras la puerta, padre.
Rafaele no se inmutó; al contrario, su sonrisa se ensanchó mientras se dejaba caer en uno de los sillones de cuero frente al escritorio.
- ¿Y cómo no hacerlo? No todos los días mi hijo le propone matrimonio a una mujer como si fuera lo más natural del mundo. Estoy feliz, Dante. No podría estar más orgulloso de ti.
Dante dejó los papeles a un lado y arqueó una ceja, fingiendo indiferencia.
- ¿Más orgulloso que cuando empecé a llevar la empresa y tripliqué las inversiones en dos años?
- ¡Mucho más! - exclamó Rafaele, golpeándose el pecho con teatralidad - Tu nueva esposa, mia nuova fi