Capítulo 37
Al oír eso, el entrecejo de Alejandro se frunció.

Cuando Sofía se fue, Lola se apresuró a acercarse, sin ocultar su desdén hacia ella:

—¡Señor Rivera, fue mi prima quien no supo valorar su generosidad…! Le pido disculpas en su nombre…

—¡Lárgate! —la voz explosiva de Alejandro la hizo temblar.

Lola se asustó tanto que su rostro se tornó pálido, y sin atreverse a replicar, salió llorando de la oficina.

Fuera de la oficina, el secretario Javier entró con el rostro sombrío:

—Señor Rivera… la señorita Valdés… ya se fue.

El rostro de Alejandro se oscureció aún más, y Javier no se atrevió a decir una sola palabra más.

Pasó un largo silencio antes de que Alejandro hablara:

—¿De verdad fui tan malo con ella antes?

—…¿Quiere escuchar la verdad, señor? —preguntó Javier, dudoso.

Al oír eso, Alejandro le echó una mirada, lo que hizo que Javier agachara la cabeza de inmediato, sin atreverse a continuar.

—¡Pues se lo merece! —gruñó Alejandro con el rostro frío—. ¡Fue ella quien se arrastró sola detrá
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