Bruno también salió en silencio de la habitación de Sofía.
Sofía miró a Elías, que seguía de pie en el mismo lugar, y dijo:
—Entonces… ¿me voy al estudio a practicar caligrafía?
—Haz lo que quieras.
Elías ni siquiera la miró, giró la cabeza y también se fue.
Sofía, en el fondo, tampoco quería volver para enfrentar los cuestionamientos de Alejandro; después de lo que Leonardo le había dicho, se quedó con toda tranquilidad en la casa de los Casanova.
A diferencia de la noche anterior, Elías no la tomó en cuenta en absoluto.
Pasó toda la tarde leyendo.
Cuando la muñeca de Sofía ya le dolía de tanto practicar, Elías no había dicho ni una sola palabra.
Al final, fue ella quien no soportó más y dijo:
—Profesor Elías, ¿qué le parece mi práctica?
Le entregó la hoja tamaño carta que tenía en la mano.
Elías apenas la miró de reojo y respondió:
—Sigue escribiendo.
—¿Qué más?
—Palabras.
De algún lado sacó una lista impresa con cien palabras extranjeras y la puso frente a Sofía.
En cuanto las vio,