Sofía se removía incómoda bajo la mirada de Elías.
Sabía bien que no era un hombre de fiar; llevaba impregnado en los huesos ese tufo metálico de comerciante que solo piensa en ganancias.
Al principio se había acercado a él con la única intención de asegurarse una salida para el futuro, una vida resguardada.
Nunca imaginó que tratar con Elías resultaría tan arduo.
Cada vez entendía menos cómo alguien como él llegaría a obsesionarse con Mariana hasta perder la razón.
—Bien. Si dices que es por tu buena voluntad, lo acepto. Pero quiero que firmes una declaración.
—Habla.
—Si algún día tu grupo Casanova se mete en problemas, eso no tendrá nada que ver conmigo.
—¿No crees que eso suena demasiado frío?
—No tenemos ningún lazo sentimental. —replicó Sofía con dureza—. Si firmas, recibo el acuerdo. Si no lo haces…
Elías la observó en silencio, como esperando que terminara de soltar la amenaza que llevaba en los labios.
Sofía respiró hondo y dijo con firmeza:
—Si no firmas, me entrego a las au