—Un incidente tan grave, ¡no queda más que expulsarla!
—Yo también estoy de acuerdo con la expulsión.
Las manos se alzaron una tras otra en la sala de juntas.
Mientras tanto, en el salón de clases, Mónica, que llevaba horas esperando la notificación de la escuela, estaba empapada en sudor frío. Apretaba con fuerza el brazo de Mariana y, con voz temblorosa, le preguntó:
—Mariana, ¿tú crees que me expulsen? ¿Que de verdad me saquen?
Al ver lo nerviosa que estaba Mónica, Silivia trató de tranquilizarla:
—No te pongas así. Sólo fue un accidente, pisaste su mano sin querer, ¿cómo van a expulsarte por eso? Además, Mariana seguro ya habló con Alejandro. Yo digo que este asunto se va a quedar en nada.
En cuanto terminó de hablar, Silivia volteó hacia Mariana, que hasta ese momento había permanecido en silencio:
—¿Verdad, Mariana?
Mariana forzó una sonrisa.
No había tenido el valor de contarles la verdad: que no había pedido por Mónica.
Apenas había llegado ayer al hospital y de inmediato Alej