Mientras hablaba, Sofía entregó el contrato que ya tenía preparado a Luisa.
Al ver que Sofía lo había traído consigo desde un inicio, el rostro de Luisa se tensó visiblemente.
Pero a Sofía no parecía importarle. Continuó con serenidad:
—Tía, ya revisé el contrato con todo detalle. Solo tienes que firmarlo. Quiero ese par de perlas frente a mí en no más de siete días. Supongo que en ese tiempo te será suficiente para recuperarlas, ¿verdad?
—Desde luego que sí…
Eso respondió Luisa con la boca, aunque por dentro sentía un temblor que no podía controlar.
¡Ochenta millones!
¿De dónde iba a sacar tanto dinero?
Todo lo que había rapiñado en la familia Valdés y en la empresa durante estos años ni siquiera sumaba esa cantidad.
Aun así, por el bien de su hijo, Luisa terminó firmando el contrato.
Sofía lo tomó entre las manos y sonrió, satisfecha.
—Sofi, ya viste que firmé. No voy a jugar sucio contigo —dijo Luisa, apresurada—. Mejor trae ya de vuelta a tu hermano. Si algo llegara a pasarle esta