Incluyendo esos diez millones y el dinero que iba a usar para rescatar las perlas, Luisa finalmente había devuelto todo lo que había saqueado de la familia Valdés en estos años.
—Entonces, tía, mañana espero tu mensaje —dijo Sofía con una sonrisa—. Mientras me entregues las perlas, mi hermano volverá sano y salvo.
Luisa asintió nerviosa, forzando una sonrisa:
—Claro, claro, mañana en la mañana te llevo las perlas que encontré.
Con eso, Sofía salió satisfecha de la habitación.
Pero la sonrisa que momentos antes llenaba el rostro de Luisa se desvaneció, dejando paso a una ansiedad y desesperación profundas.
¡Esas perlas ya estaban empeñadas desde la última vez que perdió en el juego!
¿De dónde iba a sacar el dinero para rescatarlas ahora?
Maldita Sofía, una verdadera rata de dinero.
Pero si no aparecían las perlas y Sofía llamaba a la policía, la situación se le iba a complicar aún más.
Con ese pensamiento, Luisa marcó el número del patrón con quien había apostado.
—Jefe Joan, hace tiemp