Luisa ya le había dicho a Tomás que si algún día se metía en problemas, debía sacar a relucir el apellido Rivera.
Al escuchar eso, Bruno soltó una risita burlona y apretó aún más la mano.
—Espera.
Una voz cortante llegó a los oídos de Sofía desde no muy lejos.
Ella se volteó y vio a Alejandro acercándose con paso firme.
—No hace falta que el señor Casanova se meta en asuntos de mi familia —dijo Alejandro con frialdad.
Elías no dijo nada, levantó una mano y Bruno inmediatamente soltó.
Tomás, pensando que Alejandro venía a apoyarlo, ni siquiera tuvo tiempo de alegrarse cuando el secretario Javier se adelantó y le soltó un puñetazo en la cara.
Los dos compinches de Tomás, aterrados por la escena, quisieron salir huyendo, pero los hombres de Alejandro no los dejaron escapar y los atraparon al instante.
Elías soltó a Sofía y la empujó hacia Alejandro.
—Los asuntos de la familia Rivera los maneja usted, señor —dijo sin mirar atrás.
Y sin esperar respuesta, se dio la vuelta y se fue, seguido