Al escuchar las palabras asquerosas del amigo de Tomás, Sofía sintió cómo el estómago se le revolvía.
¿Lo que más teme una mujer es perder su “honor”?
Qué ridículo.
No era más que la podredumbre machista de esos tipos miserables y mediocres.
Sofía siempre supo que Tomás era un imbécil, pero jamás imaginó que llegaría tan lejos como para orquestar un secuestro.
Como era de esperarse, Tomás vaciló por un momento y murmuró:
—Sofía se va a casar con el señor Rivera… si le haces algo, ¿y luego qué?
—No te preocupes, Tomasito —soltó el otro con una risa cínica—. Eso de que una mujer se guarda “pura” para un hombre es puro cuento. Y aunque pase algo… ¿quién lo va a contar? A menos que tu hermanita no quiera casarse con Alejandro Rivera, claro.
Todo el mundo sabía que Rivera tenía manías con la limpieza. Con las cosas… y con la gente.
Si Sofía terminaba “manchada”, él la desecharía sin pensarlo.
La idea pareció convencerlo, y Tomás asintió con indiferencia:
—Mientras sirva para obligarla a ent