Alejandro no esperaba que su abuela apareciera de repente en la casa. Hacía apenas unos días que ella se había mudado a su nueva residencia y había asegurado que no vendría sin avisar.
Pero ahora, al ver las fotos esparcidas sobre la mesa, su rostro se endureció.
—Esto no tiene nada que ver con Mariana —soltó sin titubear, defendiendo a Mariana sin siquiera pensarlo.
Sofía soltó una sonrisa desdeñosa, casi como una mueca de burla dirigida a sí misma.
Ya lo sabía. Incluso si Alejandro tenía la certeza de que todo aquello había sido obra de Mariana, haría como si no lo supiera.
Porque para Alejandro, el bien y el mal no existían cuando se trataba de Mariana. Siempre la protegería, sin condiciones.
Pero esta vez, Sofía no pensaba dejarlo pasar.
Ya no era la Sofía ingenua de su vida pasada. En esta vida, no permitiría que los trucos baratos de Mariana la pusieran en ridículo, como antes.
—¿Que no tiene que ver con Mariana? Entonces, ¿con quién sí?
El rostro de la señora Rivera se ensombrec