Capítulo 4
Las luces estaban apagadas. Mi madre creía que estaba durmiendo.

No esperaba que yo escuchara su conversación sobre renunciar a mi pareja, como si yo fuera simplemente un reemplazo a la sombra de Esperanza.

Cuando pasé junto a ella, serena pero fría, su rostro se tensó de miedo.

—Regreso al puesto de avanzada —le dije fríamente, ignorando la punzada en mi pecho, esa quemadura de traición que aún persistía.

Mi madre respiró bruscamente al darse cuenta de que no iba a explotar. Mi padre asintió con la cabeza secamente, aprobando en silencio. Bien. Menos problemas para la manada.

Diego, sin embargo, dio un paso al frente, entrecerrando los ojos al ver la maleta a mi lado.

—¿Te llevas tus cosas? ¿De verdad vas a huir solo porque estamos molestos por lo que le pasó a Esperanza?

—¿Crees que esa pequeña llamada de disculpa lo arregla todo?

Su culpa de hace un rato, tan fugaz, ya había sido reemplazada por rectitud. Siempre ocurría así: un segundo de vergüenza y luego de vuelta a su frío deber
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