Esta vez, nadie intentó detenerme.Diego me llamó desde atrás, con una voz débil e insegura.—¿Por qué no armaste un escándalo esta vez?No le respondí. Ya no quedaba nada por lo que luchar.De regreso en el Puesto Fronterizo, me aislé de todo. Puse mi teléfono en modo avión y me concentré en la frontera. Durante trece días, entrené duro y tomé turnos extras de patrulla, manteniendo la cabeza baja y mis pensamientos en silencio. El trabajo era brutal, pero constante. Al final, algo dentro de mí se había asentado.Al día siguiente, encendí mi teléfono.Vibró sin parar, con mensajes entrando en cascada de la manada, de Carlos, y de personas que alguna vez consideré amigos.Abrí primero los mensajes de mi amiga.Eran docenas de ellos. Todos furiosos, todos dirigidos directamente a Esperanza y Carlos. Y luego una foto que hizo que mi sangre se helara.Una foto de mi familia.Todos estaban allí, mis padres, Diego, Esperanza y... Carlos.Él estaba junto a ella, con una expresión suave y fami
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