La segunda vez que verifico a Paloma, la encuentro dormida.
Así que me voy de regreso a mi cama.
Con movimientos metódicos, me cambio y pongo el pijama. Apago la luz y cierro los ojos, pero es inútil. La rabia que siento en este momento no tiene precedentes.
Doy vueltas en la cama y cada que una lágrima escapa quiero darle una tunda a Irania.
El sonido de la puerta al abrirse me hace sentarme en la cama y miro como Roman entra a la habitación. La luz del pasillo se filtra, pero sé que es él.
Tiene consigo algo que no veo bien hasta que se acerca.
—¿Eso es…? — susurro cuando este, toma asiento a mi lado.
—Esto te pertenece—. Susurra con una bonita sonrisa.
Deja sobre mí la manta. Antes de que pueda parpadear me arrojo a sus brazos de este.
—Gracias. Muchas gracias por esto.
Sus brazos me rodean y me estrechan contra su cuerpo.
—He dejado claro a Irina que no tiene permitido venir a esta casa.
Hago una mueca y aunque es un alivio para todos. Sé que Paloma lo verá como que, le hemos qui