Capítulo 24

No sé cuánto tiempo estoy sobre mis rodillas.

Así me encuentra Roman tiempo después.

—Davina —escucho que me llama —¿Qué sucede? — inquiere llegando hasta mí.

Cuando mi mirada se posa en él, niego.

—No está. Se la llevo.

—¿Que se han llevado? —inquiere sin saber de qué hablo— ¿Quién?

—La manta —señalo mi cama —La manta de mi hijo no está y sé que esa mujer se la ha llevado.

Su expresión pasa de la sorpresa a la incredulidad para terminar siendo una máscara de furia.

—¿Cómo supo que tenías algo así de importante?

Le doy una mirada sabedora.

—Me va a escuchar —dice ayudándome a poner en pie antes de salir de la habitación.

—¡Paloma! —Escucho el estruendo en el pasillo. —¿Por qué lo has hecho? — escucho.

—¿Qué hice?

Su voz es de sorpresa y miedo al mismo tiempo.

—Ven conmigo, ahora —Roman entra a la habitación con Paloma de la mano.

Me limpio el rostro y la veo.

Sus ojos se ven grandes para su rostro y cuando me ve me mira con curiosidad.

—¿Dime que no le has dado a tu tía la manta de
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