Fiel a su palabra, el jefe Reynolds estaba abajo del edificio esperándola junto al auto.
No fue la primera vez que Alessa se sintió atrapada por su encanto varonil y misterioso. Reynolds no solo era el jefe de seguridad del señor Gold, sino que también era condenadamente guapo con su cabello negro rizado, su piel morena y sus ojos verdes.
Vaya tipo.
Grandote.
Rudo.
Pero tan, tan rígido y serio.
¿Cómo Leonardo y él pudieron llevarse bien? Si eran completamente opuestos.
Alessa no pudo evitar darle vueltas a esos detalles mientras se acercaba.
—Señorita Sinclair —la saludó en cuanto la tuvo enfrente.
Hmmp, existió un tiempo donde nunca la saludó. Qué curioso.
A veces sentía que Reynolds la observaba, por el espejo retrovisor, cuando la buscaba; sin embargo, el hombre era tan escéptico que era una posibilidad realmente absurda.
—¿Qué haces aquí?
Reynolds alzó una ceja.
—Esperando llevarla a la mansión del señor Gold.
—¿Desde hace una hora? ¿Por qué nunca te comunicas? —preguntó sin ve