Daniel salió rápidamente. Al pasar por el jardín, notó que los invitados cuchicheaban y lo miraban de reojo.
Frunció el ceño. Una sensación de pérdida de control, indescriptible, se apoderó de él.
Ya no podía fingir serenidad. Deseaba con todas sus fuerzas estar ya en la residencia de la familia Pérez.
Su asistente, viendo su expresión sombría, no se atrevía ni a respirar. Arrancó el coche a toda velocidad y partieron.
Durante el trayecto, Daniel intentó contactar a Elena una y otra vez, pero su teléfono estaba apagado.
En la ventana de chat de WeChat, apareció el signo de exclamación rojo. No podía creerlo: ¡Elena lo había bloqueado!
¿Qué estaba pasando? Su corazón se sentía suspendido en el aire. Con el coche avanzando a toda velocidad, solo sentía una intranquilidad que lo sacudía por dentro.
Como el teléfono de Elena no respondía, llamó al padre de ella. Pero, para su sorpresa, ¡el teléfono del Sr. Pérez también estaba apagado!
Daniel apretó los dientes con fuerza. Su intranquilida