—¿Desaparecida? ¿Cómo que desaparecida? —Daniel se quedó pasmado, como si no comprendiera las palabras de su asistente.
Elena había desaparecido. ¿Cómo era posible?
Ayer, cuando él propuso celebrar la fiesta de cumpleaños de Andrés, ella accedió sin objeciones y no mostró ninguna señal de anomalía. ¿Cómo podía haber desaparecido de repente?
—Sr. Fernández, los sirvientes de la villa dicen que la señora no regresó anoche. Su ropa y sus documentos también han desaparecido. Parece que... la señora se fue por su propia voluntad.
Al oír esto, la mirada de Daniel se oscureció. Las palabras de su asistente fueron como una piedra arrojada a un estanque en su corazón, desatando al instante olas embravecidas.
Un zumbido llenó su mente, como si incluso la capacidad de pensar le hubiera sido arrebatada.
—¡Imposible! ¿Por qué se iría Elena por su cuenta? ¿Habrá corrido algún peligro?
Ni el propio Daniel se percató del temblor en su voz.
Elena era su esposa. Lo amaba tanto... ¿cómo podía