A la mañana siguiente, cuando Elena bajó las escaleras, vio a Camila de pie frente a la mesa del comedor, colocando tazones y palillos.Tras una noche de "esfuerzo", había logrado cambiar su uniforme de empleada doméstica por un ajustado vestido que acentuaba su curvilínea figura. Sumado a que su rostro guardaba cierto parecido con el de Elena, no era de extrañar que Daniel la hubiera elegido.Al ver aparecer a Elena, Camila la saludó con calidez:—Señora, ya está despierta. Venga a desayunar.Como sin querer, se ladeó ligeramente, revelando en su cuello las marcas de besos amoratados. En su delgada muñeca, lucía una pulsera de jade verde traslúcido.Elena la reconoció al instante: era la que alguna vez llevó la madre de Daniel, una reliquia de la familia Fernández.Recordaba que Daniel había intentado conseguirla para ella, pero la madre se negó, argumentando su incapacidad para darle un heredero.Y ahora, estaba en la muñeca de Camila.Elena apretó los puños. De pronto, todo por lo q
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