De repente, las miradas de todos hacia la madre de Daniel cambiaron. El jardín se llenó de murmullos y cuchicheos.
—Es verdad, los rasgos del niño sí se parecen a los del Sr. Fernández. No sería descabellado pensar que es su hijo biológico.
—La Srta. Pérez se lastimó al salvar al Sr. Fernández y no pudo tener hijos. ¿No será que él, para heredar la fortuna, trajo a su hijo ilegítimo?
—Ay, estas cosas son comunes en las familias adineradas. Y yo que creía que hasta en la alta sociedad podía haber amor verdadero. Pobre esposa del Sr. Fernández, que casi pierde la vida por él y ahora termina así.
Los comentarios se sucedían unos a otros. Una vez surgida la especulación, era imposible contenerla.
El rostro de la madre de Daniel se ensombreció. Estaba a punto de hablar cuando Daniel salió de la casa.
Vestía un traje hecho a la medida que acentuaba su figura esbelta y su rostro severo.
—¿De qué están hablando? —Su voz era grave, cargada de una autoridad innata.
Todos enmudecieron. Después de