Tras el incidente de la bandeja de pizza, no tenía dudas de que este plato me quemaría. Podía ver el vapor de calor elevándose de los platos, estaban ardiendo.
El tiempo pasaba mientras su mano permanecía extendida frente a mí y yo simplemente no lo agarraba.
—¿Clío?
—Permíteme. —Javier apareció detrás de mí, tomando el plato de Carla y colocándolo frente a mí.
—No querríamos que te quemaras, ¿verdad? —me gruñó al oído, y yo giré la cabeza para encontrar sus ojos.
—Aléjate. —le espeté, lo suficientemente alto para que él me oyera.
—¿No estás disfrutando la pequeña velada? —siseó en respuesta, lo suficientemente alto para que yo lo oyera por encima de la conversación general que ahora ocurría a nuestro alrededor.
—¿Qué pasa? —exigió saber Jorge, con sus ojos fríos mientras miraba hacia mí.
—Nada, hermano... —Javier se apartó del respaldo de mi silla, volviendo hacia su asiento.
Ese silencio incómodo regresó de nuevo a la mesa, con los ojos recorriendo la habitación... sin entender bien