Tan pronto como alcanzaron a Josi, Carla soltó un grito desgarrador mientras Héctor rasgaba su chaleco deportivo para revelar las heridas de bala.
—Lo... lo siento... —Josi jadeó, como si tuviera que elegir entre hablar o respirar.
—No... Josi, quédate con nosotros. —ordenó él antes de tocar las heridas de bala solo para retroceder al instante por el dolor.
—Plata.
—¿Qué? —gritó Carla mientras depositaba suaves besos en la cabeza de su hija, acariciándole el cabello.
—Necesita ir al hospital... AHORA. —rugió, y no esperé. Tenía razón, si podíamos sacar esas balas...
—Quédate conmigo, Pelirroja. —le susurré al oído mientras la levantaba en mis brazos y comenzaba a correr hacia el hospital.
Toda la manada nos seguía mientras corríamos hacia el hospital, los aullidos de sus lobos eran una advertencia para el personal médico y también una oración a la Diosa de la Luna.
No me detuve, seguí adelante... su padre, madre y hermano corriendo a mi lado mientras sentía cómo se desvanecía en mis br