Punto de Vista de Carla
Las cosas iban... bien.
Me incorporaba al despacho de Héctor durante parte de la jornada, revisando mis correos y luego ocupándome de asuntos administrativos de la manada.
Héctor me confiaba información del grupo...
Ciertamente, no se trataba de secretos de estado, apenas documentación sobre nacimientos y defunciones recientes, pero aun así... recibir esa confianza me llenaba de una extraña calidez. Me agradaba pensar que nos convertíamos en amigos.
Él me había invitado a los entrenamientos matutinos. Acepté ocultando mi emoción, pero ya me estaba arrepintiendo cuando escuché los golpecitos en mi puerta a las cinco de la mañana. Y más aún cuando sentí ese frío de la madrugada calándome hasta los huesos.
—¿Cada cuánto entrenan? —pregunté, sin quitar la vista de los hombres y mujeres frente a mí.
La Manada del Desierto Ámbar contaba con luchadoras, pero su número palidecía frente al de la Manada del Fantasma Oscuro.
Un detalle más que comenzaba a cautivarme de