Regresamos al camino en cuestión de minutos. Orfeo nos prestó un coche de la manada, insistió en que un conductor nos acompañara, pero Héctor se negó.
Su ira hacía difícil respirar en el vehículo.
Mi propia aura de alfa estaba saliendo, intentando contrarrestar la suya sin querer.
—Héctor, para... me estás haciendo difícil respirar. —Dije después de una inhalación aguda. Cada vez era más asfixiante y no tuve más remedio que abrir la ventana, aunque vibraba contra la alta velocidad a la que viajábamos.
—Lo siento. —Murmuró mientras controlaba su aura, mis pulmones ya no se sentían tan oprimidos.
—¿Quieres hablar de ello?
—No.
—Héctor...
—No quiero hablar de ello, Carla. Que hayas confiado en el enemigo sobre mí, tu propio compañero.
—No es así.
—Es exactamente así. Estabas furiosa conmigo por marcarte, eso lo entiendo, pero si no lo hubiera hecho, estarías muerta.
—No estoy enojada contigo por marcarme...
—¿Ah, no?
—No, no más. Héctor, simplemente no quería ser controlada. La gente me d