Punto de vista de Héctor
Un dolor sordo me despertó, entonces el ardor se apoderó completamente y quemó mi piel en los brazos, el pecho y el cuello.
Plata.
Estaba atado con cadenas de plata.
Busqué en la oscuridad hasta que mis ojos cayeron sobre una figura atada a una silla, justo como yo.
No...
Mis ojos se enfocaron, pero ya lo sabía, podía sentirla a través del vínculo, esa necesidad abrumadora de sacarla de aquí, dondequiera que estuviéramos.
Una figura que se movió detrás de ella, acariciando el cabello de mi compañera en su frente mientras su cabeza estaba caída hacia un lado.
—¡Aleja tus malditas manos de mi compañera! —Le grité a Salomón.
—Vamos, vamos, Héctor, estoy seguro de que si supiera la verdad, aceptaría que borremos esa marca. —Me gruñó, mientras sus manos recorrían su cuello y más abajo, deteniéndose en su pecho superior.
—¿Qué verdad? —Tiré de las cadenas, aunque la plata se me clavaba en la carne.
—¡Oh, vamos, no finjas! Que también eres compañero de su hermana geme